Devil's Wife [ID]

Rowan 1

Rowan 2

Rowan 3

Se le puede considerar una mujer bastante alta, alcanzando los 1.85 de estatura, de cuerpo bastante menudo y piel pálida limpia de pecas o cicatrices, hace siglos su cabello en realidad era negro lustroso, sin embargo, con el paso de los años de destiño hasta volverse de un color grisáceo opaco. Rasgos afilados que definen un semblante sereno, labios delgados con una constante sonrisa complaciente y misteriosa.

Quizá lo que más destaca de ella, son sus ojos, uno de color gris acerado, y el otro totalmente opaco y ciego.

Suele vestir en colores neutros u oscuros: grises, blancos, negros o malvas, su paleta de colores suele ser sumamente discreta, aunque siempre se la vera peinada con elegantes recogidos y peinetas de cristales y metales finamente tallados, peinetas de carey, listones de seda y encaje. La pulcritud y un suave aroma a grosellas son un sello personal.

Rowan es un matiz de distintos grises que no la hacen destacar en nada, mostrando siempre un rostro sereno y un humor ácido, a veces tentando en lo oscuro y cínico, sus labios siempre se curvan en una gentil sonrisa que a algunos puede llegar a provocarles escalofríos. Son muchos los chismes entre susurros alrededor de ella y sus orígenes, la historia que hay detrás de la amable propietaria de un anticuario donde se encuentran toda clase de extravagancias dignas de un museo.

Si eres lo suficientemente astuto, podrás ver entre las grietas más allá de sus cortesías, esa mirada que aparenta más años de los que su terso rostro permite vislumbrar, o esas suaves arrugas que a veces se asoman cuando hace una mueca, Rowan es una criatura que ha tenido que adaptarse a un mundo cada vez más cambiante a su alrededor.

Una mujer resignada a un destino que para cualquier otro parecería la lotería: Juventud eterna, pero que, para ella es una prisión. Cansada de ver a otros partir, tanto a los que ha amado como los que no, la chispa de la vida se ha apagado hace mucho tiempo, y todo lo que queda, es un cascarón que observa en silencio ese constante movimiento en el que ella se ha quedado estática.

No obstante, si hubiera una pequeña esperanza en medio de la penumbra, es el amor que le tiene al conocimiento y la enseñanza. Rowan no es egoísta, todo lo contrario, adora hablar por horas y horas sobre sus conocimientos, impartiéndolos sin pedir nada a cambio, tal vez fue aquella característica, la que la colocó en su decadente situación, pero no vamos a entrar en detalles (todavía) pues todavía hay más sobre esta mujer.

Aunque obediente y abnegada, también es una criatura de naturaleza cruda, jamás ha temido en expresar abiertamente su disgusto por aquello que la llega a incomodar, cínica, absurdamente irreverente, con una violencia espesa, lenta como el invierno, que antes de darte cuenta, te abraza hasta ennegrecer las extremidades, tomándose su tiempo para tomar su propio placer.

Para entender a Rowan, primero hay que tener en claro una cosa: Ella no eligió ser lo que es actualmente.

Nació en Virginia a inicios del 1700, la décima hija de una pareja de colonos puritanos que buscaban empezar de nuevo en una tierra pura y libre del pecado. Desde su nacimiento, fue que quedó marcada por la constante necesidad de compañía y la aspereza de un mundo que era y sigue siendo cruel con todo aquello que era demasiado diferente para asimilar.

Rowan fue una niña solitaria, educada en los estrictos mandamientos protestantes y conservadores que veían en ella el constante pecado, por el simple hecho de haber nacido: niña. Se le prohibió jugar, reír, cantar, sus días se redujeron siempre al cuidado de sus hermanos a pesar de ser ella la más pequeña, el cuidado de los animales y las labores domésticas.

Mas todo esto cambió al llegar a la adolescencia.

América estaba en constante cambio, algo a lo que ella aprendería: tenía que adaptarse. Y con ello en mente, los pobladores de su pequeña comunidad habían caído en cuenta de que, aquel paraíso terrenal donde buscaban la tranquilidad, difícilmente lo encontrarían, ya que, como una vez había escuchado de su propia madre: el diablo había llegado a sus puertas.

La histeria colectiva a causa de los rumores sobre brujería y los juicios que se habían llevado a cabo en Massachusetts apenas años atrás, marcaron el destino de su madre y ella misma.

Una noche Rowan junto a su madre y hermanas, fueron sacadas a rastras de la cama, sin nada más que sus camisones, la palara: Brujas, era vitoreada por sus vecinos, que, con antorchas y trinchetes en manos, como una turba fúrica de animales sedientos de sangre, las ataron sobre las hogueras que más pronto que tarde serían encendidas. Su propio padre las había vendido, o mejor dicho: sacrificado, en búsqueda de una nueva esposa, más joven, más bonita y sin hijas.

Y su vida podría haber terminado allí. Una más en la lista de mujeres acusadas con injusticia que siglos más tarde pasarían a formar parte del folclore norteamericano, pero antes de que las llamas pudieran lamer su piel, antes de ver cómo su madre se convertía en carne carbonizada, Rowan vio a la criatura que selló su destino.

Ahorraremos su nombre, pues jamás se le debe ser llamado sino es para algo importante, tampoco entraremos en tantos detalles, pues esta historia no es la de la doncella siendo rescatada por su príncipe azul, esta es la vida cruda y sórdida, en su mayor muestra de ironía amarga: un alma a cambio de la salvación.

Quizá fue el dolor de su carne al sentir el fuego, quizá fue la desesperación e instinto de supervivencia, o tal vez, simple y llano egoísmo, tan natural en las frágiles criaturas mortales… Rowan pidió salvación a cambio de su alma.

Y Rowan despertó en un mundo diferente, un mundo que avanzaba mientras ella se estancaba.

«Él» la instruyó entonces, era suya para mandar y hacer lo que le placiera, no había mayor deleite que verla caer en cuenta de las consecuencias de su cobardía. Mientras le mostraba los caminos de la brujería, también le recordaba lo que eso significaba.

Y los años pasaron, Rowan vio a la gente envejecer y morir, amar y vivir, mientras ella vagaba sin poder permanecer por mucho tiempo en un mismo lugar antes de ser cuestionada. Las únicas marcas amargas del paso del tiempo en ella, fueron: su cabello, que una vez tan oscuro como el ébano, se tornó cenizo y gris, un ojo nublado por una tela lechosa que ocultó su vívida pupila, y el constante dolor de sus huesos.

Bucarest finalmente se convirtió en la última parada, donde Rowan se sienta a ver nuevamente la vida pasar, y ella… ella sigue estancada.

+Es amante de todo tipo de inciensos y esencias herbales.
+La comida dulce es uno de esos placeres culposos que todavía conserva.
+La pulcritud y el buen comportamiento.
+Su trabajo.

-Odia la lluvia, ya que le provoca dolores en los huesos.
-El pan, lo detesta con todo su ser.
-El silencio le es insoportable.
-Los lugares demasiado concurridos y ruidosos.

*Tiene un perro Doberman que responde al nombre de: Umbra, lo adoptó cuando llegó a Bucarest hace relativamente un par de años, es un animal demasiado gentil y noble, Rowan lo ama.

*Técnicamente y desde una perspectiva muy ambigua, Rowan es la esposa del «ente» que la salvó y la guio en las artes ocultas. Si bien su relación es abierta (bastante se puede decir), ella siempre se presenta como: La señora de…

*Su tienda de antigüedades, también funciona como cafetería, y de vez en cuando, por simple aburrimiento, puede hacer algunas sesiones espiritistas a petición de los clientes.

*Rowan no nació siendo bruja, le enseñaron a ser una.

*Su aparente juventud y longeva vida, son por obra y gracia de su «esposo», esto significa que si él considera terminado su contrato, ella podría simplemente envejecer en ese instante y morir.

*A pesar de su apariencia juvenil, cabe resaltar que sufre dolencias en el cuerpo, casi como una anciana.

*De hecho, Rowan es medio sorda y ciega del ojo izquierdo, que parece estar nublado por una tela lechosa y blanca.