Busy bussines [Priv. Holly]

Bucarest era bastante frío en pleno invierno. ¿Por qué demonios había decidido mudarse a semejante ciudad? Ah, si... Porque no le llegaba para ir a un sitio más caliente con lo que había ahorrado. Ciertamente se podría haber pagado el viaje a un lugar más templado, pero pagar por tener unos papeles que le permitiesen vivir en la ciudad sin tener que preocuparse que la volviesen a mandar de una patada a Japón, se había comido la gran parte de sus ahorros y Bucarest había sido la opción barata. Al menos era una ciudad preciosa, especialmente con la fina capa de nieve que había en las calles.

Por desgracia, no tenía tiempo de apreciar los tonos anaranjados que la nieve adquiría por el reflejo de las luces de la calle, llevaba demasiado poco abrigo como para quedarse parada a deleitarse con aquél bello espectáculo. Las botas de cuero negro la ayudaban a caminar con paso firme, pero las medias finas que cubrían sus piernas hasta el muslo, donde la falda empezaba a cubrir, no servían de nada contra el frío invierno. Lo mismo podía decirse de la parte superior del cuerpo, con aquél top ligero y una chaqueta corta que dejaba sus hombros al aire. De normal, llevaría un abrigo caliente que la abrigase y protegiese del frío, pero lo había perdido en la pelea que había hecho que caminase por esas calles.

Se apoyó en una pared y suspiró un momento. Con el brazo izquierdo se agarraba el diestro a la altura del codo. No creía que estuviera roto, pero se le había quedado dormido por un mal golpe. Tenía heridas en ambas manos, muestra de haber estado repartiendo tantos golpes como los que mostraba haber recibido. Tenía el labio inferior partido, un corte cerca de un ojo y el otro hinchado. El frío impedía que se notase el resto de golpes en la piel, pero al conseguir huir de la pelea no había pensado en el abrigo, solo en salir corriendo.

Podía ver el hospital un poco más allá, ya casi había llegado. Ciertamente necesitaba algún calmante, ya casi no podía soportar el dolor y mucho menos el frío. Llevaba tres horas caminando por las calles, desde una zona industrial, asegurándose de que había perdido a sus perseguidores. Con el objetivo a la vista, tomó aire y avanzó con decisión pese a las magulladuras hasta la entrada de urgencias del hospital.

- Buenas... Noches... - dijo en inglés al acercarse al mostrador. Llevaba apenas una semana en la ciudad y, evidentemente, todavía no manejaba el romaní, por lo que el ingles era su principal idioma allí. - ¿Pueden... ayudarme?...

Tendría que aprender romí o rumano o como se llamase el dichoso idioma que se hablaba en aquél país o empezaría a tener muchos problemas para comunicarse. Aquél era el ejemplo claro. Necesitaba ayuda y prácticamente le era imposible explicarles a las dos mujeres que le ocurría. Por suerte, una de ellas se manejaba en inglés, por lo que eso simplificaría todo el trámite que había que hacer a continuación.

Se dejó llevar por la doctora que tenía un marcado acento americano, a diferencia de su acento británico natural. Quería explicarle lo ocurrido, pero la verdad no estaba demasiado segura de por donde empezar ni que debía contar. ¿Debía decir que era una pelea ocurrida en un botellón? Pero eso implicaba que había bebido, cosa que no había hecho y se iba a complicar todo en exceso. Tampoco podía decir que había provocado una pelea porque el hombre que le había contratado se había negado a pagarle lo que correspondía. Era mejor si le respondía a las preguntas de la manera más escueta posible, cuantos menos detalles mejor.

- Una discusión venida a más... - empezó - No he consumido nada... Solo estoy helada... Perdí el abrigo durante la pelea y al salir corriendo no tenía con que taparme en la calle... Encima... Llevo pocos días aquí y claro... No encontraba el camino... - concluyó. Aquello podía ser un buen resumen, evitando dar los detalles que no eran necesarios.

Mientras hablaba, se dejó tomar la tensión por la enfermera y ella misma se aferró a las mantas para abrigarse al máximo posible. Lo que le preocupaba era que, Stanis o sus hombres aparecieran por el hospital también. A fin de cuentas, ella había dado varios golpes nada más empezar - una patada en la entrepierna seguida de un rodillazo a la nariz - antes de que se volviese en una batalla perdida por los números.

Era en días como estos en los que se preguntaba cuántos otros demonios habían sido castigados de esa forma y cuántos habrían sobrevivido al castigo.

La doctora hizo un mohín con la boca al recibir una respuesta tan escueta, desechando algún daño a la córnea al ver la reacción de sus pupilas ante la luz. — ¿Segura? ¿No has consumido nada? Es importante. — Su voz era severa, de todas formas tomó una muestra de sangre. Si algo tenía claro, era que todos mentían, independiente de qué los motivara a engañar. — ¿Dónde te duele? — Justo en ese momento Evans mencionó la presión de la paciente, asintiendo sin darle más vueltas al asunto. — ¿Cuál es tu nombre? ¿Quieres que llamemos a alguien? — Debía tener algún familiar o amigo que viniera a buscarla. — Notificaremos a la policía cuando haya terminado de inspeccionarte.

Y a pesar de haber dicho aquello, no tocó a la paciente, esperando a que le dijera dónde le dolía para comenzar con el protocolo de auscultación. De todas formas se dirigió a Evans, entregándole la muestra que había tomado antes. — Lleva esto al laboratorio y que le hagan pruebas de drogas, además tráeme gasas y antiséptico, por favor. — Lo pensó un momento. — Quizás necesite sutura también. — Observó a Evans marcharse, era una buena enfermera, muy diligente y trabajadora, algo que de alguna forma le molestaba; le sentaba fatal estar rodeada de gente bondadosa puesto que se sentía obligada a equiparar ese nivel, y eso siempre le provocaba fuertes jaquecas. Era en esos momentos en donde sentía con mayor intensidad el peso que ejercía aquella fina pulsera sobre su muñeca izquierda. Un claro recordatorio de que ella no debía obrar mal aunque lo deseara desesperadamente… presionar ese ojo hinchado era una idea tan atractiva…

Suspiró, acercándose con un termómetro digital. — Aaaah. — Le dijo en un tono bajo y monótono con la boca abierta para que ella la imitara y abriera la suya propia y así ponerle el termómetro bajo la lengua. Debía estar al pendiente de que la temperatura de la paciente no siguiera bajando.

Suspiró mosqueada ante las palabras de la doctora. Estaba totalmente segura de no haber consumido nada, vale que le gustase ver donde estaban sus propios límites, pero el trabajo, por ilegal que fuera, seguía siendo trabajo y se lo tomaba en serio. Lo peor de todo era la serie de preguntas que venían y que iba a tener que responder rápidamente, junto con buscarse una buena excusa para que no dieran aviso a la policía. Si por algún casual acababa relacionada con la policía, se la jugaba a peores consecuencias que acabar pegándose con alguien por no darle un precio justo.

- En serio, no he consumido nada. - insistió nuevamente a la par que se señalaba la herida en el labio, para seguir respondiendo a las preguntas que le había hecho, una por una. - Esta es la que más jode, especialmente cuando me haces hablar... - por desgracia, entre el frío y que la doctora seguía haciendo su trabajo, tenía que seguir haciendo pequeñas pausas para hablar adecuadamente.

Ese último detalle le hizo esperar un poco a seguir respondiendo, especialmente el hecho de que quería evitar que hubiese demasiada gente adicional si empezaba a discutir con aquella rubia, porque probablemente lo hiciera. ¿Por qué tenía que avisar a la policía? Tenía que impedir aquello a toda costa, pero no quería dar un nombre falso por si tenía que volver al hospital. Mejor que el historial médico fuese legal.

- Ah... Mira, guapa, hazme un favor y no metas a la bofia en esto. ¿Vale? - comentó mientras Holly iba a por el termómetro. - Eso me daría más problemas que soluciones. Y no, no hay nadie a quien llamar ni nada. - se aferró a la manta un poco, intentando asegurarse de que recuperaba el calor corporal lo antes posible. Definitivamente no había sido buena idea ir al hospital. Por mucho que doliesen los golpes tendría que haber esperado un par de días, pero el refugio del frío había sido demasiado necesario.

- ¿Un termómetro oral? ¿A que clase de país tercermundista he venido? - musitó en japonés antes de abrir la boca para que le pusiera el termómetro. ¿No tenían uno más moderno que pudiese ponerse en la axila? Con ese no podía ni quejarse a gusto. Empezaba a pensar que haberse mudado a Bucarest iba a dar demasiados problemas. ¿Tendría que empezar a buscar a gente que le hiciese nuevos papeles otra vez?