Dance with me {San Valentín 2021}

Era realmente extraño tener la noche libre junto con el turno al día siguiente, pero tuvo la suerte -o la desgracia- de ser parte del grupo de sanidad que recibiría ese trato especial para que pudieran participar en la velada organizada por el alcalde de la ciudad; y al tiempo ser representantes del hospital. No estaba segura de cuántos de sus compañeros fueron escogidos, todo se había mantenido en el más absoluto secretismo para seguir los caprichos del alcalde y que la velada se desarrollase de la forma más romántica posible, con los nervios que conllevaba estar al lado de personas desconocidas.

Holly nunca había asistido a una reunión mortal como ésa, y a pesar de los años que había tenido que estar de forma obligatoria en ese plano terrenal, lo cierto era que habían pasado desapercibidas tales fechas para ella. Era cierto que en la universidad habían personas que se acercaban a ella por su físico, pero también reconocía que en ese entonces no dominaba del todo la ‘cordialidad’ y su naturaleza demoniaca seducía, manipulaba e incluso jugaba con los mortales. ¿Aquella podría ser una noche en la que pudiera dejar salir su auténtica y pérfida esencia? Nadie sabría que es ella, ni siquiera los esbirros de madre… Sería el crimen perfecto.

La demonio usó extensiones naturales para que su cabello cayera hasta la altura de media espalda, peinándose con un recogido bajo. A su vez, se puso lentillas de color canela, para que fuera aún más difícil saber quién era ella detrás de la máscara. Lo único que la podría delatar era la pulsera que, cual cadena, siempre se encontraba en su muñeca izquierda, no obstante, aquella velada las mangas de su vestido cubrían todo a cualquier curioso.

Alcanzó a llegar justo para el discurso del alcalde y aplaudió junto a los comensales al termino de sus palabras sonriendo con un regocijo propio al saber que aquella noche se abría ante ella con perversa satisfacción. Aprovechó de observar los vestidos, los colores, la calidad, con ojo crítico mientras se movía al interior del monumental salón de baile, elegante. Hermoso. Debían sentirse satisfechos los decoradores, puesto que se había creado un escenario que inducía a la magia del romance. Bailó una sonrisa en los delicados labios de la rubia, quien se dirigió con lento andar hasta una de las tantas mesas con los más maravillosos dulces que habría tenido el placer de disfrutar.

Los níveos dedos de la doctora se deleitaron en el toque de un postre delicado de color índigo, el cuál no estaba segura de qué era realmente y su curiosidad esa noche sería satisfecha en más de un aspecto. Tenía intención de comerlo, si embargo, antes sacó el número que se le había otorgado en el sorteo y lo dejó sobre la mesa a la vista de cualquiera que pasara por ese lugar. ¿Qué le prepararía el destino?

Resumen:

Solo por una noche. Esa era la frase que le había dicho a su abuela cuando esta contactó con ella. Hilda Edwards, Lady Edwards, era la única persona de la familia de Erika que seguía en contacto con ella. También era la única que era capaz de comprender el ansia de libertad que había llevado a la joven a dejar el hogar y fugarse por el mundo, pero, pese a ello, se había esforzado por seguir hablando con su nieta.

Erika odiaba con toda su alma cualquier cosa relacionada con su familia, por nimia que fuera, así que cuando Hilda le pidió que asistiera en lugar de ella a un baile al que no podía asistir en la ciudad a la que la chica se había mudado, no quiso aceptarlo. Su abuela, por contra, insistente y gran negociadora, convenció a la rubia de actuar como la heredera que era por una sola noche. A cambio, le pagaría el alquiler un par de meses, puesto que no fue capaz de convencerla de mudarse a la casa de campo de la familia en las afueras.

Así pues, un par de días más tarde se trasladó a un hotel de lujo con los costes pagados donde le esperaba el atuendo elegido por su abuela. Tenía que reconocer el mérito y el gusto, aunque no era algo que Erika vestiría habitualmente, puesto que había acertado a la perfección con la talla. No solo la del vestido, sino la de la máscara y zapatos a juego. Incluso le había dejado una nota diciéndole que hiciese lo que quisiera con todo después del baile. Para colmo, la condesa había mandado todo un séquito para preparar a la chica.

Cuando salió a la noche en dirección a la limusina que la esperaba en la entrada, no parecía en absoluto la misma chica que había llegado a la mañana al hotel. El vestido burdeos largo, la máscara, el peinado realizado con esmero... Hasta la manera de caminar gritaba nobleza. Había tenido que desempolvar todo lo aprendido años atrás sobre como ser toda una dama de la alta sociedad. Solo esperaba que no hubiese demasiado procolo a seguir, no estaba segura si sería capaz de recordarlo.

La limusina paró en la entrada de un castillo increíble, aunque por como iba la joven mestiza vestida, ella podría ser la princesa del susodicho edificio. Tras dar un largo suspiro, ajustarse bien la máscara para ocultar su rostro adecuadamente con la tela opaca que sostenía el decorado metálico, se aventuró fuera del vehículo - no sin antes enviarle una selfie a su abuela - con ayuda del chófer que quiso sostener el vuelo del vestido, algo a lo que Erika se negó en rotundo. Despachó al hombre rápidamente y siguió caminando hasta entrar en el castillo.

Entregó la invitación en la puerta y, al devolvérsela le entregaron una tarjeta numerada. La explicación era sencilla, le serviría para reconocer a su pareja de baile, o que esta la reconociera a ella. De haber sabido que encima tendría que participar en una especie de cita a ciegas, le habría pedido mucho más a cambio a la abuela Hilda, dos meses de alquiler no iban a compensar ese último detalle.

Así pues, tras los correspondientes y educados saludos, decidió que usaría un apodo como probablemente otras muchas personas del baile harían. Aún tenía que darle vueltas a ello, así que por el momento se limitaría a echar un ojo a ver si ocurría algo interesante por el salón de baile o a ver si encontraba a la persona que llevaba el número acorde al suyo.

Resumen:

Ropa:

No sabía por que demonios había hecho aquella apuesta con Bonnie. Si sabía de sobra que siempre que apostaba con aquella mujer terminaba perdiendo. Aquí estaba, en el baile del alcalde esperando descubrir quien era su pareja aquella noche. Por que si, iba sola y si, Bonnie había jugado con ella para lograr que fuera aquella noche al baile para que conociera gente. Para que comenzase a relacionarse con otras personas y de paso para ver si encontraba algún hombre interesante con el que pasar un rato agradable. Esa mujer tenía alma de celestina o algo por el estilo.

No le hacía demasiada gracia estar allí, pero no le quedaba más remedio. Ashlyn es una mujer de palabra y no se iba a dejar llamar cobarde por la pelirroja. Su traje no era un vestido, no, esas cosas no iban demasiado con ella. Le daba vergueza usarlos y no creía que pudiera hacerlo de forma correcta y aunque su jefa se había ofrecido a vestirla, peinarla y maquillarla ella se había negado en rotundo. Se había colado un traje a rayas de color negro, se había recogido un poco el pelo y había rebuscado una mascara en cualquier tienda para ir acorde al estilo que quería el alcalde.

Una vez lista Bonnie la había secuestrado para pintarle un poco los ojos y los labios y después simplemente la dejo ir. En la puerta tras revisar su invitación la dejaron pasar. Primero que nada hecho un ojo a todas partes, era su costumbre, después de todo trabajaba en seguridad y tenía la mala costumbre de revisar todo el área por si ocurría cualquier cosa. Rebusco entre los invitados a alguien que tuviese su mismo número, en su caso el 7 pero por el momento lo graba discernir si alguien más lo tenía aparte de ella o no. Tal vez el invitado aún no había llegado o tal vez solo tal vez nadie asistiría con ese número y podría huir antes de que la cosa fuera a mayores.

Estaba acostumbrada al gentío, pero no estaba acostumbrada a ser parte de el. Normalmente se encargaba de vigilar a los clientes del Moulin Rouge y nada más. Pero ahora allí estaba, rodeada de un montón de desconocidos y eso debía reconocer que la ponía un poco nerviosa. Respiró hondo un par de veces y se acercó a una barra donde había diferentes bebidas para tomar una copa de Whisky. Al menos aquella bebida lograba relajarla y aunque no tenía por costumbre beber mucho, una copa podría relajarla y permitirle al menos pasarlo un poco bien en aquella noche aun cuando estaba allí prácticamente a la fuerza.

Resumen:

Ropa y mascara:

No pensaba que nada más llegar a su nuevo trabajo sería una de las seleccionadas para acudir al baile de San Valentín que organizaba el alcalde. Un día libre para disfrutar de la fiesta, el baile y una cita misteriosa. Rara vez había acudido a una fiesta, sus padres eran muy estrictos con eso. Sus celebraciones eran más "eventos sociales" entre amigos y conocidos, ningún desmadre.
Tampoco iba a mentirse, le emocionaba un poco la idea, era la primera vez que acudía a una fiesta de ese índole.

Pasó los días escogiendo el vestido perfecto, basándose en esas películas de época que tanto le gustaban. Un precioso vestido de gafa color crema, con bordados dorados. Optó por dejarse el cabello suelto, bien liso, acostumbrada a llevar siempre recogido para más comodidad en el trabajo. Para ocultar su rostro, escogió una máscara de conejo, la cual consideró más que adorable.

Decir que se quedó maravillada ante el lugar y la decoración era poco decir. Quiso pasearse por cada rincón, observando la arquitectura (de la cual no sabía mucho) pero consideraba bella. Fascinada quedó también con la gran selección de alimentos. Y se atrevió a comer un pequeño bombón, apilado sobre otros más en una montaña de chocolate.
El discurso del alcalde la pilló justo masticando uno de esos deliciosos bombones, así que un poco sonrojada aplaudió junto a los demás invitados.

¿Quién sería su misteriosa pareja esa noche? De vez en cuando miraba el número que le había tocado. Nerviosa, como una adolescente, pues nunca había estado en tal situación. Observó con intimidez los números visibles, buscando el suyo. Y fue entonces que lo vio, el número correspondiente al suyo. Alzó la vista para ver quién era su dueño. Una misteriosa mujer, de precioso vestido y una máscara que ella apostaría simulaba un búho o lechuza. Con timidez se acercó ¿sería alguien conocido? Le apenaba la idea de que fuera uno de sus compañeros de trabajo.

— Buenas noches, creo que soy su pareja en este San Valentín. — Habló con más que evidente timidez y un sonrojo que ocultaba gracias a la máscara.

interacción:

vestido y máscara:

San Valentín se podía oler en el aire, o más bien ver. Desde días antes la ciudad había sido empapelado con decoración de dicha celebración, además de muchos carteles anunciando el gran baile organizado por el alcalde. Actualmente no contaba con pareja, así que decidió acudir a la celebración sola, con suerte conocería a alguien interesante o mínimo bebería hasta reventar.

Aprovechando que aún quedaban días para el baile, se organizó para preparar su propio vestido a mano. Por supuesto, acudió a la ayuda de una costurera para que le aconsejara y corrigiera cuando lo hacía mal. Ella tenía su vestido perfecto en mente, y una semana después de mucho esfuerzo lo tuvo en frente. El color, las estrellas bordadas, su estilo, todo le gustó. Y para rematar usó una de sus propias antigüedades, una máscara que representaba al ciervo de Artemisa, diosa de la caza y la luna.

El día de la fiesta estaba entusiasmada, llena de curiosidad ¿qué clase de personas conocería? Realmente lo importante era pasarlo bien.
Paseó por todo el salón, admirando cada detalle. Era fanática de las antigüedades, así que ver belleza allí era muy sencillo para ella. Para no aburrirse, decidió acercarse a la mesa de las bebidas, y servirse una copa de vino. Probó un sorbo, y supo inmediatamente que el alcalde no había escatimado en gastos. Y hablando del alcalde, salió para dar su discurso. Aplaudió junto al resto de invitados, y prosiguió con su paseo, buscando alguna posible actividad o de alguna persona que necesitará compañía, aunque fuera para charlar. La verdad es que nunca había celebrado tal fiesta, no era costumbre entre las brujas, o eso le solían decir sus madres, las cuales nunca tuvieron pareja, y la idea no les agradaba. Tal vez todo fuera por culpa de su padre y sus acciones. En cualquier caso, ella simplemente estaba para disfrutar, no para hacerse ideas estúpidas.

Spoiler:

Vestido y máscara:

Holly observó un momento el dulce en su mano antes de dar el primer bocado, y para su sorpresa éste tenía un sabor ácido agradable al paladar. Le pareció una combinación curiosa pero realmente atractiva, y volvió a morder el dulce, humedeciendo sus labios mientras saboreaba su primera comida del día. Últimamente se saltaba las comidas para no toparse con nadie en el comedor del hospital, lo malo era que después se le olvidaba comer algo apropiadamente y terminaba comiendo snacks de frutos secos de las máquinas expendedoras. ¿Alejarse de las personas había servido para que dejaran de verla con buenos ojos? No. La gente seguía acudiendo a ella en caso de necesitar ayuda y eso la molestaba. Todo la irritaba. Al menos esa noche podría relajarse y dejar salir los anhelos de su pérfida alma.

Una voz conocida la hizo girarse, pero de inmediato desechó el pensamiento de que conocía 'esa' voz. ¿Realmente tendría la mala suerte de compartir la velada con alguien que podría reconocerla? No, imposible, era su cerebro que le estaba jugando una mala pasada. — Buenas noches. — Acompañó su saludo con un asentimiento suave, observando la máscara de la joven, notando esa dulce timidez en su voz. Una conejita, pensó en un ronroneo, ¿podré cazarla?

Sonrió, acercando su mano libre al encanto de manga de la morena, que parecía una nube vaporosa, dotando a todo el vestido con cierta ternura en los detalles dorados. Le gustaba… se veía muy apetecible. — Disculpa que sea tan franca, pero te ves hermosa. — La halagó con tonos tersos, tocando el brazo de su acompañante cuando la punta de sus dedos terminó de deslizarse por la manga. — ¿Puedo preguntar el nombre de mi pareja? — ¿No he visto antes ese color de ojos?, se preguntó. — Soy Nivasi, y debo confesar que no tengo idea qué se hace en este tipo de reuniones. — Comentó con cierto aire juguetón y relajado.

Se acercó un camarero, ofreciéndoles a ambas copas de rosé champagne. Holly tomó una pero no bebió, en cambio, aprovechó de terminar de comer el dulce con el último pequeño bocado que le quedaba.

Resumen:

Las palabras de su acompañante lograron dejarla sin habla por unos segundos. Más avergonzada que antes, atinó a tomar una de las copas. Sin pensarlo mucho, bebió un gran trago pero el alcohol, incluso del champagne, era muy fuerte para ella. Torpe por haber reaccionado así a la caricia de la contraria, ridícula por acabar tosiendo como idiota.
Apenada por la situación, agradeciendo no haber manchado el vestido con el alcohol al toser, tomó una servilleta de la mesa para limpiarse los labios y unas gotas que caían por su pecho.— Disculpa, tampoco estoy acostumbrada a estas situaciones. — ¿Y qué debía responder? ¿Lo hermosa que también lucía ella? — Muchas gracias por el cumplido, he de decir que también estas espectacular.

¿Su nombre? Por supuesto, esa noche podían ser quienes quisieran.— Puedes llamarme Victoria. — Escogió nombre sin pensarlo mucho, recordando a la mismísima reina de Inglaterra.— Es una fiesta de San Valentín, supongo que lo normal sería bailar y conocernos. Las máscaras sirven para ocultar nuestras identidades y así fijarnos en el persona, no es su físico... O eso opino yo. — Quizás esa fue la idea del alcalde o simplemente fue por diversión.

Suspiró, un poco más serena tras lo ocurrido.— Siento lo de antes, me he puesto un poco nerviosa. No estoy acostumbrada a que me hablen así. — ¿Le habían halagado más de una vez? Sí pero Nivasi lo había hecho de un modo diferente al acostumbrado, incluso siendo incapaz de ver su rostro, la veía hermosa.— La diversión está en no descubrir nuestras identidades ¿no? Pero al mismo tiempo tenemos que conocernos como realmente somos. Así que juguemos a un juego. — Bebió un sorbo del champagne, esta vez el sabor fue mucho más suave al punto de poder saborearlo bien.— Podemos hacernos preguntas sobre nuestros gustos y hobbies pero nada personal... Como por ejemplo ¿Qué te gusta más? ¿Dulce o amargo? — Una pregunta sencilla de responder, el inicio de un posible divertido juego entre las dos.

Resumen:

vestido y máscara:

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La demonio se sorprendió al ver escupir a la mujer, pasándole la mano por la espalda en movimientos circulares hasta que recuperó la compostura, mientras su mirada no perdía detalle en las gotas atrevidas que emprendían un osado viaje por el escote de la dama. — ¿Estás bien, querida? — Realmente no estaba interesada en su bienestar, pero fingir preocupación se había transformado en su pan de cada día y eso conllevaba consecuencias como la de ahora, que sin proponérselo había preguntado… Eso la molestó, aunque la pequeña arruga que se formó en su frente quedó totalmente cubierta por la máscara.

Sonrió ante el cumplido y miró hacia abajo, hacia la mano que sostenía la copa para dedicarse a observar las burbujas de su bebida. — Victoria. — Saboreó el nombre, arrullándolo con dulzura en su voz, al tiempo que alzaba su vista para intentar descifrar el brillo en esos deliciosos ojos violáceos. ¿Victoria estaba siendo sincera? ¿Cómo saber si se trataba de un esbirro de madre? ¿Podía dejar salir su naturaleza sin repercusiones? Hacer el bien era realmente desgastante y doloroso. — Conocernos sin fijarnos en el físico… — hizo eco a las palabras de Victoria en un susurro apenas audible. Era absurdo, con lo fácil que resultaba engañar, fingir, o seducir… ¿quién confiaría en las palabras de alguien más?

— ¿Qué te hablen así? — Preguntó con auténtica incredulidad, ladeando ligeramente la cabeza, puesto que para la rubia coquetear era tan innato como respirar, y de hecho era una actividad que le gustaba en demasía. — Me fascina como piensas, Victoria, aunque no te lo dejaré fácil. — Humedeció sus labios con un brillo pícaro en la mirada. — Te diré dos cosas y una de ellas será mentira. Deberás adivinar la respuesta correcta. — Se mordió el labio inferior ligeramente mientras sonreía, pensando en sus engaños. — He matado gente. — Enumeró con su dedo el número ‘uno’. — Y me gusta más el sabor amargo. — Terminó de enumerar el ‘dos’ quedando su mano haciendo la seña de ‘peace’. — Aunque debo admitir que prefiero el color sonrosado que subió a tus orejas cuando te has avergonzado.

Y con naturalidad guio su mano libre para tocar en apenas un roce el lóbulo de la oreja de Victoria, enmarcando el gesto al peinar su cabello detrás de ésta.

— ¿Frutas o vegetales? — Tomó el turno de preguntar totalmente relajada.

Resumen:

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¿Coqueteaba con ella? Era evidente que sí pero no estaba acostumbrada a ello. Ese color sonrosado que le gustaba a Nivari no abandonó el rostro de Lydia ¿Y cómo iba hacerlo con esos comentarios? Por primera vez en años, se sentía como una adolescente a la cual no paraban de halagar, dejándola casi sin habla. Tardó más tiempo del que le hubiera gustado en responder.— Gracias... vaya, ni la máscara es capaz de ocultar eso, quizás debería haber escogido otra que ocultara más. — Respondió con timidez, sonriendo tontamente.

El juego era interesante, y se alegró de que Nivari se animara añadiendo su propia condición. La verdad es que cuando escuchó la primera opción quedó un poco descolocada ¿no era un tanto brusco? Aunque tuvo bien clara la respuesta.— Me lo has puesto fácil... La verdadera es la segunda, te gusta el sabor amargo.— Declaró segura de la respuesta, no había opción de equivocarse ¿o sí? No es algo que se le pasara por la mente.

— Frutas, por supuesto, dulces y jugosas. No me desagradan los vegetales pero prefiero una buena manzana a una lechuga.— Bromeó. Extendió la mano libre  para tomar uno de los dulces de la mesa. Le dio un mordisco, y pronto en su rostro apareció una mueca de desagrado.— Que mala suerte, entre todos estos dulces tuve que escoger el de café.— Dio un sorbo largo de la bebida para quitarse el mal sabor de boca.— Bien, me toca... Déjame pensar... Ya sé ¿Perros o gatos?— Mientras realizaba la pregunta, envolvía los restos del dulce de café en una servilleta para desecharlo en una papelera cercana. No le gustaba ensuciar, era una falsa de educación. Esta vez tomó otro dulce, con una media fresa que lo adornaba. Lo saboreó, está vez contenta, porque era de fresas y nata.

Resumen:Recibe el regalo de parte de Sasha y es jalado por esta para bailar