• Midnight hunt | priv •

Domingo por la noche, el día del que tanto se había hablado entre semana y que hasta parecía inverosímil su pronta llegada. Por supuesto que no era una fecha sin más, a las personas les gusta hablar, pero siempre con un motivo detrás, independientemente de que este sea cierto o falso. La ocasión esta vez era de lo más sencillo y cotidiano en la ciudad. Robo organizado.  

Durante el último tiempo, ya eran 4 las joyerías atacadas con el mismo modus operandi y con cada quedada policial resultando en desastre. No se había logrado frenar ninguno de los asaltos y mucho menos recuperar los bienes perdidos. Como era de esperar de la impulsividad humana, perdiendo la confianza en la policía hubo unos cuantos dueños del resto de joyería locales que pusieron su propio botín a quien quiera que pudiese detener a los bandidos.  

Chiara avanzó paso a paso, recogida en su propio abrigo que le cubría perfectamente desde el cuello hasta las rodillas. De querer llegar a la joyería que buscaba protección esa noche debía de avanzar dos calles más, no obstante, su propio recorrido terminaba antes de la cuenta. Ahí, en la muda y perfecta oscuridad se dedicó a mirar con entereza y detalle cada aspecto y rincón que había a su alrededor. Era muy probable que no fuera la única persona allí, después de todo, la recompensa era grande y podía llamar a cualquier tipo de persona. Para hacerse una idea, no era un ofrecimiento de una única persona, sino más bien de los dueños de las joyerías como entidad. No era que precisamente en esta donde se reunían hubiera pagado protección, más bien era la que, según a datos y rumores, era la que se atacaría aquella noche.  

Con más frío del que quisiera, sacó su celular del bolsillo y empezó a repasar casa pista que había reunido sobre el caso. A decir verdad, aún había algo que no le terminaba de calzar y el mal augurio de su lógica le opacaba en el corazón. —Es que no tiene sentido —masculló con suavidad, justo cuando sus ojos se detenían en el punto final de sus apuntes. Una cosa era cierta, la lógica decía que no se atacaría algo donde todos te estaban esperando, mas anteriormente la organización criminal ya había demostrado que poco y nada les importaba que los esperaran las fuerzas del orden, cuando tenían un objetivo iban y lo cumplían. Dudar de que hoy no asaltarían ese lugar solo porque había gente reunida era un gran error de principiante. Lo que le perturbaba... era algo distinto, nacido a raíz de sus propias deducciones. Sea como fuese, solo le quedaba esperar y observar. Al fin y al cabo, ni siquiera estaba allí por el botín como para molestarse tanto.  

Ya estaba completamente decidida, por lo que parecía la situación el individuo no tenía ni una pizca de intenciones de acercarse a aparecer por este lugar. Era un malgasto tremendo de tiempo permanecer allí mientras, muy probablemente, ya se estaba tomando acción en un lugar lejano (o bueno, no tanto. Tenía sus precedentes de dónde podría ser y no era más que unas cuadras desde allí). Aun así, había algo que perturbaba su plan. Algo muy importante y que la hizo fruncir ligeramente el sueño ante la frustración.  

No, Chiara Critelli no tenía ni el más mínimo interés en la fortuna que pudieran ofrecer de recompensa. Lo único que quería era crear su propio perfil psicológico de los asaltantes y juzgarlos desde las sombras. ¿Qué ocurría entonces? Por la modalidad de su trabajo siempre se limita a observar y dejar que el resto se encargara del trabajo sucio, ni siquiera estaba preparada para una batalla real. Esta vez contaba con que distinta gente se enfrentara a ellos, pero si la fiesta no iba a ser en esta joyería, pues entonces la cosa se complicaba un poco más. ¿Quién además de ella podría tener una idea remota del patrón de ataque? Muy pocos, podía asegurar. Y trataba de basarse en hechos sin un ápice de narcisismo. Como quien no quiere la cosa, se acercó hasta una de las puertas del gigantesco edificio que la gente cuidaba para hacer más o menos un recuento de las caras que allí habían acudido. Cuando escuchó una voz llamarla y abrirle la puerta su rostro se trastornó en confusión y con un ligero pestañeo detuvo sus botas a unos pasos del hombre.  

—Disculpe usted, le agradezco bastante el gesto, pero no soy parte de la asociación —porque claro, los únicos que tenían acceso eran los miembros de ésta. Habían un par dentro organizando todo y haciendo presencia ante un posible ataque. Dudosa, desvió la mirada al resto de personas que asomaban por aquí y por allá, sabiendo que en realidad nadie encontraría nada del jugoso botín esta noche. Incluido muy probablemente ese hombre. —Conteste por favor, ¿viene por la recompensa? —directo al grano. Posó sus grandes ojos azules en él y le sostuvo la mirada con una expresión monótona y cortés. Era una idea efímera, de esos impulsos que no acostumbraba a seguir. Pero el hombre había sido amable y, conociéndose, tampoco sería capaz de iniciar una conversación con alguien más por su cuenta. ¿Por qué no aprovechar la ocasión? Con algo de suerte le diría que sí y podría llevárselo –a modo de guardaespaldas- al lugar donde ella creía que sería el asalto. 

Y entonces, la risa llegó. No pudo evitarlo y tampoco se tomó las molestias de ocultarlo. Aunque no se trataba de una gran carcajada o una risa burlesca; más bien estaba allí como un tierno adorno que acompañaba a la sonrisa divertida que se había formado en su rostro. Aunque sus movimientos y aura seguía siendo la de una dama total; elegante y hasta algo sofisticada, aquel espejismo se rompió un par de segundos. La chica más flexible de fondo.  

—Ya veo, muchas gracias por el consejo. Dígame, si contesto que sí, ¿entenderé entonces que está aquí para defender la joyería y sus allegados? ¿Me protegerá de ser el caso? —y era esa parte la que tanta risa le causaba. Ah, ¡las ironías de la vida! Así que el chico no estaba aquí solo por la recompensa, sino que tenía algún complejo de héroe. O bueno, más bien Chiara extrapolaba mucho las cosas para hacer de su día más divertido, pero venga. De todas formas, el hombre no tenía pintas de ser arisco y se le veía mucho más cooperativo que otras personalidades que pudo la italiana tener en mente cuando pensó en cómo serían las personas que seguirían una recompensa de ese tipo.  

Tal y como se había detenido en su trayecto, su talle recto y exquisito le daba una postura de mando y aventajada de la situación. La verdad no estaba muy lejos de ello. Con un pequeño gesto a libre interpretación, acomodó su pequeña boina negra en su lugar y su vista se perdió en las negras calles iluminadas solo por las luces estáticas de otras tiendas y faroles. —Hablemos, caro mio. Digamos que llega este grupo de señores a asaltar esta noche el lugar. Hay bastante gente que, así como usted, han venido por la recompensa. La lucha no sólo será agotadora, sino injusta. Al final, la recompensa es una sola y se le dará al primero que se acredite como vencedor y responsable. ¡Imagínese! Puede que usted de la mejor pelea de su vida, y aun así se vaya sin nada en las manos por cuestión de azares. —Hizo una pausa en su discurso, no quería acalorarse demasiado. No obstante, al mismo tiempo, y asegurándose de que nadie más los escuchara, empezó a avanzar de forma casual y le indicó que la siguiera de mientras. —Sin embargo, digamos que por mismo azar también se acerca una muchacha, una con no muchas pintas de querer luchar, sino que está más bien se pasea curiosa por la zona. Esta chica no es una cualquiera y, en realidad, tiene bastante información que apunta a que el asalto se hará en otro lado. Pero recordemos el inconveniente, no puede luchar. Entonces, por alguna delicada razón de probabilidades se acerca a este pobre hombre que antes tenía que pelear con el resto y azar por el crédito de la situación. A esta mujer no le interesa el dinero. Digamos que, solo quiere ver de cerca el asalto, le fascinan esas cosas. Entonces se presenta ante usted una oportunidad única. Puede seguirla disimuladamente para que la competencia no lo note, ir al lugar correcto, luchar solo y hacerse con toda la fortuna. ¿Qué le parece mi historia?

A estas alturas ya iban bastante alejados de la puerta. Si todo iba bien en el conflicto de intereses, entonces aquel hombre no debería por qué dudar. Habría que ser tonto para darse cuenta ya por las horas que nadie acudiría al lugar, mucho menos con tanta gente esperándolos presentes. Sin contar por su puesto el tedioso tema de la acreditación para el botín. Los pasos de Chiara eran rítmicos, certeros. Lo único que quedaría sería que el hombre fuera capaz de disimular lo suficientemente bien que había sido casi raptado por esa chica por sobre el dinero que ofrecían.