Medianoche en Bucarest - Privado: con Fuyuka

Por un momento casi me metí un susto al entrar al teatro, el cual en ese momento estaba total y completamente solo. Había llegado corriendo desde mi piso de las residencias de la universidad de Bucarest, aterrado de estar llegando tarde a la cita que me correspondía, la que habían pedido el día anterior. Y es que daba la casualidad (ni tan casual, en realidad) que el profesor de expresión corporal nos había invitado, a mi y a mis compañeros, a ver una representación de La Cantante Calva de Ionesco por parte de un reconocido grupo de teatro francés. Aparte nos había advertido que, los que quisieran ir a la función, tendría que salir tan pronto terminaran las clases del día y tomar el autobús (salvo que tuvieran medios propios para desplazarse, claro) para estar a tiempo, ya que las puertas se comenzarían a cerrar temprano.

Yo no quería perderme la función, no tanto porque fuera admirador de Ionesco (aunque conocía algunas de sus obras, las cuáles de momento me tenían tibio), pero el grupo que se presentaría eran profesionales del oficio, gente que realmente conocía porque algunos eran actores ya consagrados. Obviamente que estaba increíblemente entusiasmado por llegar a tiempo y conocer un poco a los que serían mis futuros colegas de oficio. En fin, que salí de las residencias con el corazón en un puño, apurando una poción para salir ante el sol (que tomé prestado a alguien si que éste lo supiera), haciendo milagros para pillar el autobús e irme al sitio requerido. Todo para encontrarlo vacío.

Primero vino el susto de verlo vacío, luego la confusión ¿Dónde diablos estaban los demás? ¿No había asistido más gente a la función? ¿Dónde estaba todo el mundo? El teatro se ubicaba en un callejón ciego, cerca de una esquina, y por el lugar no pasaba nadie. Daba casi la impresión de estar abandonado, de no ser porque la fachada, si bien gris y ajada, parecía haber sido limpiada de forma reciente, lo que significaba que seguían haciéndole mantenimiento. Miré por la calle y busqué con la mirada hasta encontrar un reloj que marcaba las cinco y media, la hora de la función "¿Y qué pasó con los demás?" Me pregunté en el momento.

La respuesta, literalmente, me salió al paso mientras caminaba hacia la entrada del callejón rascándome la cabeza. Un hombre de aspecto viejo y más arrugado que un papiro, pero de rostro bonachón, el cual llevaba un mono de trabajo sucio y tiraba una colilla usada de cigarro a un cubo de basura. El conserje del teatro, me imaginé. Me acerqué y le pregunté al respecto a la función de la tarde y si sabía algo de ella, tras lo que el viejo me miró arqueando una ceja como si le preguntara cual era la capital de Sierra Leona.

-¿Disculpa, jovencito? - Me preguntó con un inglés más chapuceado que el mío (ya bastante decir) - la única función planeada, hasta donde sé, es la de unos franceses. Pero esa está programada para mañana, hoy se está poniendo presentable el teatro

Me azoté la cara ¡Claro! Eso lo explicaba todo. Al parecer había confundido el día y había salido tras la clase corriendo para nada. La presentación era para el día siguiente ¿Cómo pude ser tan idiota como para olvidarlo? Al poco lo único que estaba haciendo era reírme de mi mismo. Vaya que estaba bobo hoy. Le expliqué al conserje lo que había pasado y por qué estaba allí, mientras éste me observaba primero confundido, luego divertido por mi explicación, pero después me dedicó una mirada compasiva cuando le dije que tendría que irme de nuevo.

-Hay un problema con eso, jovencito - me comenzó a decir preocupado - los autobuses ya no pasan a estas horas - sentí como si el corazón se me hubiera detenido.

-¿Qué no? - Exclamé - pero entonces ¿No podré irme a la universidad de nuevo?

-No hasta unas...tres horas - dijo mientras revisaba su reloj, un reloj de cadena casi tan viejo como él - al parecer les están haciendo mantenimiento o algo así

El alma se me bajó a los pies tras escuchar eso. Eran las cinco y media, y no habría autobuses hasta dentro de tres horas, es decir que iría volviendo a las ocho y media de la noche (eso si corría con suerte y no venía otra desgracia encima). Supongo que me tocaría deambular por las calles de Bucarest por un tiempo, o incluso intentar llegar a pie a la universidad, aunque a ese paso me pillaría el amanecer y... bueno, no gracias. Pero estaba el problema de ¿A donde debía ir? En esa zona de la ciudad, por lo que había podido ver, la mayoría de los sitios interesantes estaban cerrados o iban a ser clausurados (para tristeza de unos y alegría de otros), por lo que estaría dando vueltas como un trompo por la ciudad.

Me despedí del conserje y comencé a deambular por las calles, viendo las puertas con carteles que ponían "cerrado al público" o cosas así. Igualmente no pasaba casi nadie por allí, era como si esas calles fueran un sector olvidado de la capital de Rumania, un sitio que no atraía ni a locales ni a turistas por lo general ¿A donde iría a parar?

Casi sentía que iba a estar pateando toda la ciudad de Bucarest buscando algún sitio interesante en donde pasar el rato, si es que lo llegaba a encontrar. Aunque a este paso tal vez lo sensato sería colarse en algún edificio a pasar la noche (no es que fuera raro, solía hacerlo de
vez en cuando), ya que no era muy seguro que el autobús regresase y no es como si me muriera por recorrer a pie la ciudad para regresar a la residencia.

Estaba pensando en ello mientras pasaba frente a un edificio que (¡Sorpresa!) Parecía estar abierto, o al menos había una puerta que había sido cerrada. Por un momento me pregunté si había sido alguna especie de descuido que estuviera esa puerta abierta, pero lo cierto es que siempre tengo problemas con las puertas abiertas. Veo una y ya quiero mirar dentro.

Entré en el lugar, dándome cuenta que era un teatro de aspecto antiguo, el cual se encontraba casi por completo vacío. Salvo por unos cuántos hombres cerca de la primera fila haciendo mantenimiento, ellos y la chica sobre el escenario eran los pocos habitantes que veía dentro.

Fue esta última quién dio inicio a un acto tan peculiar como curioso, ella estaba sacando notas a un violín, las cuáles avanzaban en un dulce y a la vez intenso tropel de las cuerdas, con una maestría que demostraba muchísimos años de práctica. Pero al mismo tiempo su cuerpo, sus piernas, todo se movía en una especie de danza al mismo tiempo que tocaba, como si éste fuese guiado por el violín quién le ordenaba moverse. Un acto confuso a la vez que divertido, único a la vez que impresionante, por lo que me quedé admirándolo hasta que terminó.

Tan pronto acabó comencé a aplaudir mientras me acercaba, gran parte del escenario estaba en penumbra salvo por la zona del escenario, por lo que estaba seguro que iba a causar una entrada dramática. Mientras aplaudía le dedicaba una sonrisa a la mujer responsable de aquel despliegue.

-¡Whooo! ¡Eso es lo que yo llamo un espectáculo! - Exclamé mientras acortaba la distancia con la tarima - aunque es curioso, una chica tan linda haciendo un acto tan genial debería tener más público - curioso e injusto, a mi parecer - disculpa lo abrupto, sólo entré a curiosear

Sólo esperaba que no me echaran a patadas.