I don’t want to quit [Libre]

Un fuerte dolor en el pecho la hizo jadear, descompensando el ritmo en su respiración mientras corría, pareciéndose a un pez fuera del agua mientras abría la boca para intentar aspirar la mayor cantidad de aire para poder seguir. Tenía que seguir. Debía atraparlo.

Siete manzanas atrás el hombre al que Hanna estaba persiguiendo no solo había asaltado a una ancianita, sino que también le había metido un navajazo en la cara mientras se burlaba de ella. Habían cosas que realmente cabreaban a la investigadora, y ésa estaba que ganaba el primer puesto con creces. — ¡DETÉNGANLO! — Bramó con la fuerza que no le quedaba. No era buena en sprints, las carreras de velocidad no eran lo suyo, por lo que se detuvo a tomar una piedra en el camino y la tiró con alevosía al ladrón, teniendo la mala suerte de que justo le cayó a un oficial de policía que se había acercado cruzando la calle a causa de los gritos y las personas que habían sido atropelladas en la carrera.

— ¡Oye tú! — Le gritó el oficial, con la cara roja del enfado.

— Mierda… — Susurró la hacker, pasándose el antebrazo por la frente para quitarse el sudor de la cara. — Es el otro… — Alcanzó a decir con la respiración entrecortada cuando el policía la tomó del brazo y la zarandeó con violencia. — ¡Te digo cuec es el…! — Intentó recuperar el aire. — Fue un accidente… — Miró por encima del hombro del oficial, para observar como el ladrón seguía corriendo calle abajo. Se escapaba. — No hay tiempo, está huyendo. — Dijo con un hilo de voz, pero el policía comenzaba a arrastrarla hasta el auto patrulla que se había estacionado cerca de los hechos.

— ¿Te crees que te vas a salir de rositas luego de apedrearme?

— ¿Cuec? — Hanna humedeció sus labios mientras se pasaba la mano por la cara para quitarse otra capa de sudor, quizás su rostro estaba igual de rojo que el del oficial pero por motivos distintos.

— ¡¿Te estás burlando de mí?!

— ¡¿Cuec?!... — Se dio cuenta demasiado tarde de que su pregunta podía malinterpretarse. —  ¡No! No, no… — Como odiaba la pasma. ¿Ahora cómo se lo sacaría de encima? Sin mencionar que el ladrón seguía a la fuga.

Hanna todavía no recuperaba el aliento, mirando la escena dando bocanadas con la boca abierta, paseándose de cuando en cuando el antebrazo por la frente o por sobre el labio superior, moviendo la cabeza desde la desconocida hacia el policía y viceversa. Ciertamente la pelirrosa sí sabía cómo lidiar con la autoridad, por lo menos, mejor que ella misma. A veces se pensaba que su se predisponía a que las cosas iban a acabar mal y por ello nunca sabía cómo manejar a la pasma, y terminaba odiándolos más aún. Un ciclo infinito, y algo irrisorio si se tenía en cuenta que la hacker trabajaba para la fiscalía; aunque al ser prácticamente nueva y estar como una más de los investigadores privados, era obvio que nadie de la policía la reconocería por la calle. Y esperaba que las cosas siguieran así. Lo que sí le molestaba era que a veces se les pasaba la mano por cómo iba vestida… o por su forma de hablar.

Los claros orbes de la humanoide se movieron de un lado a otro cuando recibió la orden del oficial mientras él, y su compañero de la patrulla, se apresuraban a atrapar al ladrón.

— Gra-gracias. — Tartamudeó sorprendida entretanto veía las esposas caer al piso, sin esconder el asombro de su rostro. — ¿Estás bien? — Le preguntó lo primero que se le cruzó por la cabeza al verla descalza y tras la caída que había recibido. Tenía toda la pinta de que si la mirabas por el suficiente tiempo se rompería, no obstante, parecía ser mucho más resistente de lo que aparentaba.

La siguió, aunque sentía las piernas como gelatina y los músculos le ardían, como si estuvieran hecho de fuego. Tragó de forma audible sintiéndose sedienta con la boca seca por la forma descuidada con la que estaba respirando.

— Creo cuec pasaré a comprarme agua, ¿tú quieres algo? — Se dio una palmada en la frente. — Lo siento, ¿quieres cuec me haga cargo de tus zapatos? Conozco a un zapatero buenísimo. — Con excelentes referencias en la web. — Soy Hanna. — Le tendió la mano con una gran sonrisa. Por lo menos ya podía hablar con propiedad sin ahogarse por la falta de aire.

¿De dónde había salido esta salvadora y qué la había motivado a intervenir? ¿Qué hubiera pasado si la policía tampoco le hubiera hecho caso? Aunque siendo sinceros, ¿quién no creería a alguien con ese rostro? Hanna desvió la mirada agradeciendo internamente que todavía tenía el rostro enrojecido por la carrera.