Solo son negocios [Priv.Chiara]

Completamente indecisa en esa pequeña cabecita suya, había caído ante la presión de sus fantasías una vez más. Ignorar los peligros que la vida le ofrecía hace ya bastante tiempo que era un hecho integrado en su día a día. De buenas a primeras, si le pasaba algo no tenía ninguna persona que se diera cuenta de su desaparición o la fuera a extrañar. Probablemente pasarían meses antes de que alguien reportara por accidente (ya sea su arrendador o algún vecino más suspicaz que notase su ausencia). No tenía ningún trabajo y todas las actividades que realizaba eran por su cuenta; investigaciones, seguimientos... no trabajaba con nadie ni para nadie, todo nacido de su propia curiosidad. Y luego, el punto más importante. Era una simple humana. Una que ni siquiera había usado un arma en su vida y las tenía más a extraño modo de precaución que por otra cosa, llevando con la que estaba a punto de conseguir una linda colección de cinco lustrosas armas de fuego.  

La reunión se daría en un hotel al que nunca le había tocado acudir, no obstante, sí que había pasado un par de veces por fuera, admirando la inmensidad majestuosa del edificio y, una que otra vez, tomando datos de los curiosos visitante que podía llegar a tener. Nunca esperó el día en que fuera ella quien cruzaba la puerta principal. Con una teñida bastante simple en contraste de lo que osaba frecuentar, vestía unos pantalones negros ajustados que iban cubiertos por un largo y delgado abrigo del mismo color que le llegaba prácticamente un poco más debajo de la rodilla. Tenía un cinturón que remarcaba su cintura y un par de botas con plataforma que la dejaban alrededor del metro setenta con algo.  

Nerviosa sin más, pero con un gran control de la presión, la habitación la había encontrado hace ya bastante rato. ¿Qué hacía afuera entonces? Bastante simple, esperar hasta el último momento. La razón, y es que algunas personas podían molestarse si se llegaba atrasado, del mismo modo si se llegaba antes de la hora. Para ella no era un tema muy importante, pero procuraba siempre ser puntual en pos de la neutralidad que le pudiera brindar a sus posibles encuentros. Al final del día, un eco de supervivencia en su interior oscilaba precaviéndola en estas situaciones. Tenía que aceptar su lugar, ser sumisa en cuanto a las peticiones y demostrar una absoluta neutralidad. Esas eran sus reglas propias.  

Cuando faltaban apenas seis segundos, finalmente se dirigió a la puerta. Su mano que vestía un elegante guante de encaje se alzó para dar tres golpecitos en el mismo orden y ritmo que le habían dicho que hiciera. Cuando consiguió un “adelante” del interior de la habitación, inspiró hondo antes de entrar con la mirada gacha y un profundo sentido de humildad. No llevaba nada más que su cartera, que incluía su identificación y dinero. Ni siquiera había llevado teléfono móvil.  

—Buenos días —concedió al tiempo que daba su permiso para que le cachearan y alzaba los brazos, no sin antes retirarse primero su chaqueta. De ser otra ocasión, posiblemente se hubiera degustado más con el ambiente: extrañamente acogedor, con decoraciones que calaban en su estilo y una presentación bastante calcada a una escena de película. Quería rebuscar en la habitación cada detalle, pero no estaba segura si tenía permiso de ello. En su rostro se plasmaba su curiosidad, mas sus labios permanecieron callados. No haría nada a menos que le fuera indicado. —Espero no haberlos hecho esperar.   

Pese a que fue algo inesperado, la muchacha ni se inmutó al escuchar su propio nombre provenir de los labios ajenos. Apenas y negó con la cabeza a medida que tomaba asiento tras haber sido cacheada. Adaptándose mejor a la luminosidad del ambiente, parpadeó dos veces antes de posar la mirada en la pequeña mesita que las separaba, donde ahora la saludaba alegremente su propia identificación.  

—El dinero no es problema —suspiró para sus adentros, dudando unos momentos sobre cómo proceder. No tenía mucha idea de armas. De hecho, jamás había disparado una. Era un sentido común y quizás parte del instinto de supervivencia lo que la guiaba a almacenarlas “en caso de”. Sin embargo, hoy venía un poco más preparada de lo normal, en especial porque además de las armas quería aprovechar de sacar a relucir otro asunto.  

Observó ambas pistolas, una un poco más robusta que la otra, ¿qué debería decir? —Claro, salud. —brindó, llevándose la copa sin titubear a la boca. Sorbió un poco y quedó fascinada, se notaba a distancia la calidad y el sabor dulzón que acompañaba al licor calaba bastante a las papilas. Pasando una pierna por encima de la otra, se acomodó mejor para mirar a su interlocutora a lo que al fin acotó. —Estoy en busca de algo ligero, para defensa personal más que nada. ¿Me equivocaría al afirmar que la Smith sería mejor para lo que busco?

Porque en realidad, no tenía ni idea. Pero ligereza sonaba a mejor maleabilidad y más adecuado para sus fines. Con el escozor aun en su garganta, carraspeó para aclararse antes de volver a hablar. —Disculpe —interrumpió con voz suave, casi mancillada y bastante acotada a su posición. Sus ojos brillaron en la escaza luz y evitando el nerviosismo inquirió en las materias que le concernían—, ¿qué hay de armas contra determinadas personas? —no había que ser muy listo para darse cuenta que hacía alusión a un arma con la cual enfrentar a seres de distintas razas, al fin y al cabo era una humana común y corriente que necesitaba valerse de instrumentos especializados para sobrevivir en los suburbios. —Compraré ahora —se apresuró a aclarar que la cita no era en vano y que de todas formas llevaría una de las pistolas —, pero es un tema que me interesa bastante. ¿Sabrá usted de ello?