Gonna push it harder [Priv. Đurić] [+18 Gore]

No podía respirar, y sentía que todo a su alrededor giraba de forma vertiginosa, al tiempo que una figura negra sostenía con furia sus cabellos para que alzara la cabeza cuando volvía a recibir otra bofetada que le hizo escupir sangre. ¿Tenía la nariz rota? Quizás ésa era la razón por la que no podía respirar…

— Madre… — Otro golpe, esta vez un puñetazo en las costillas. Ella era demasiado fuerte, o tal vez era a causa de esa estúpida pulsera que sentía la reprimenda con aquella intensidad. No era la primera vez que su madre levantaba la mano en su contra y no sería la última, no obstante, era la vez primera que le hacía verdadero daño a su cuerpo.

— Lo dejaste morir, Nivasi — Gruñó con entonaciones profundas que parecían salir desde el fondo de su garganta, marcando una cadencia lenta y exasperante cuando pronunció su nombre demoniaco.

— F-fue… un acciden… — Un fuerte “crack” terminó su frase cuando su madre le dio tal bofetada que desencajó su mandíbula. Ya no había nada que detuviera el camino de su saliva en conjunto a la densa sangre que mantenía en su boca, escurriéndose lentamente por su barbilla, perdiéndose por su fino cuello hasta mancillar su ropa. Diablos, esa blusa era su favorita.

— Mientes. — Pero no mentía, Holly había sido asignada aquel turno al área de urgencias y una familia había sufrido un terrible accidente al chocar su auto contra un camión que había perdido el control. La rubia había intentado salvar al padre, quien había terminado con el volante perforándole el pecho al no haberse abierto el airbag. También era cierto que cuando supo que él moriría ronroneó al oído del moribundo que iba a encargarse personalmente de que su hijo quedara para siempre paralítico… Una pequeña ‘broma’ para atormentarlo en sus últimos minutos de vida. Ver esa mirada de odio, asco, furia e impotencia había sido lo más exquisito que había experimentado hacía meses. — Que no vuelva a suceder.

Le advirtió la tétrica voz de su madre al tiempo que alzaba las zarpas que tenía por dedos y perforaba el costado izquierdo de su hija para sacar con rapidez un órgano del interior de la demonio. Los orbes celestes de Holly se desencajaron mientras un alarido brotó tan fuerte de su garganta que notó el daño mientras su cuerpo convulsionaba. Las manos de la doctora buscaron apretar torpemente la herida, ese agujero sangriento del que no paraba de brotar aquel viscoso y tan vital líquido.

La madre de Holly le había arrancado uno de sus tres corazones. Sonrió y soltó los cabellos de la rubia, desplomándose ésta en el piso cuando no tuvo nada que la sujetara en pie. Convertida en una masa de dolor, quejidos, arcadas, y jadeos pesados, madre profirió una carcajada llena de satisfacción. — Hay mucho en juego, Nivasi.

La demonio madre chasqueó sus dedos y el cuerpo de Holly comenzó a curarse con tortuosa lentitud, cerrándose las heridas, cuadrándose la mandíbula, pero el corazón de la rubia que se encontraba entre las garras de su madre terminó por quemarse hasta convertirse en cenizas.

Ése había sido su castigo.

Holly tosió sangre mientras se ponía de rodillas y buscaba reincorporarse, pálida como el papel, moviendo la cabeza con rapidez de un lado a otro mientras buscaba con cierta desesperación en la mirada a su madre.

Ya no había nadie en su apartamento. Ni un rastro de la ‘visita’ de madre, solo un olor a sulfuro en el aire. Dio un respingo, claramente alterada, cuando escuchó la alarma de su celular. Ya debía levantarse para ir al trabajo. ¿Había pasado toda la noche torturándola? Holly se apoyó en la pared y se puso de pie como lo haría un animalillo recién nacido. No tenía ni el ánimo ni las fuerzas para ir a ese inmundo lugar, pero qué le haría madre si faltaba al trabajo.

Se desvistió como pudo y tomó una ducha para quitarse el hedor a muerte y sangre de encima. No era que le molestara, sin embargo, debía guardar las apariencias en el hospital. Vistiéndose con torpeza cuando terminó de ducharse. Todavía goteaba su cabello cuando salió a la calle para tomar un taxi, sin deseos de caminar.

Seguía pálida, con una expresión sombría, unas ojeras profundas y la nariz enrojecida, como si hubiera llorado. Se sentía extremadamente débil, y no solo eso, por un momento había vivido en carne propia lo insulsa que era su propia existencia.

Saludó a los guardias que parecieron preocupados al verla entrar al hospital, mas no tenía tiempo para lidiar con ellos… o con nadie. Dirigiéndose a los vestidores donde cambió sus ropas a las del uniforme de médico residente, observando con pesar que otra vez había sido asignada al área de urgencias.

— ¿Por qué no vas a pediatría? Era la primera vez que perdías a alguien, ¿cierto? — Le dijo el jefe de urgencias cuando la vio. Oh, ¿así que parecía que estaba deprimida por la muerte de ayer? Los ojos celestes de la rubia miraron por un momento la sala y se sintió aliviada de que ese hombre fuera tan estúpido. Al menos en pediatría no moriría nadie.

Asintió a modo de respuesta y recibió entre sus manos un expediente de parte del médico. El nombre del paciente era Aron Radu. El puto hijo del maldito fiambre de ayer. Maldijo su suerte y comenzó a caminar hacia pediatría.

— Hmmm… Hola…  — Miró el gafete de la primera persona que se topó. Otra doctora. — doctora Đurić. Busco al paciente Aron Radu… — No intentó ocultar su falta de energía, de hecho, parecía que en cualquier momento se desmayaría de lo pálida que estaba.

El día anterior había sido un completo infierno, las urgencias prácticamente rebosaban y apenas tenían personal suficiente para hacerse cargo de todos. Por suerte habían logrado sobrevivir gracias al buen trabajo de los médicos y enfermeras del hospital y de los nuevos residentes. La doctora estaba cansada, aquella noche había tenido que hacer guardia y aún tenía una jornada de ocho horas por delante antes de poder marcharse. Llevaba un café en la mano mientras revisaba los informes de varios de sus pacientes. Sus pequeños por el momento evolucionaban de forma favorable y eso era motivo de alegría para la mujer. Fue a hacer su ronda diaria con una dulce sonrisa en los labios para que los niños se mantuvieran felices y animados.

Estaba terminando su ronda, le faltaba visitar la habitación de Aron Radu, un chico que había entrado por urgencias junto a su padre. Al parecer le habían dicho que su padre había fallecido ayer mismo y que no pudieron hacer nada por salvarlo. La noticia le entristecía y la verdad es que aún no le habían dicho nada al pequeño pues no había logrado despertar desde que había llegado. Estaba a punto de entrar cuando la voz de una mujer la detuvo. Se giro levemente para clavar sus ojos ceniza en aquella persona. Cuando preguntó por su paciente se fijo un poquito más en la chica, Serena tenía por costumbre analizar bastante a las personas para comprobar sus capacidades, era algo que hacía desde que se convirtió en cirujana aún cuando lo había apartado por pediatría tras el accidente.

— ¿Puedo saber antes quien eres jovencita? Soy la responsable del paciente y me gusta saber con quien trabajo — le dedico una sonrisa encantadora como las que le dedicaba  a todos y cada uno de los niños y compañeros del hospital. Serena era alguien a la cual se la conocía por siempre tener una sonrisa cándida para todos. Por ser alguien dulce, cariñoso y encantador. Desde luego nadie podría decir que la mujer no era un encanto y nunca era forzado. Pues también era conocido por todos en el hospital que era una mujer de armas tomar y que era mejor no tocarle demasiado las narices pues todo lo dulce que era podía convertirse en un autentico peligro.

Le indicaría entonces que la acompañase al interior de la habitación donde estaba el pequeño y se acercaría a su cama para verificar sus signos vitales y revisar sus lesiones. — Bien, ya que estas aquí cuéntame, ¿Qué lesiones presenta nuestro paciente y cual sería el mejor método a seguir con él? — ya que era una interna tenía que dejar que ella comenzara a tomar sus propias decisiones aunque siempre con supervisión claro. Serena no pensaba despegarse de ella mientras estuviera con alguno de sus pacientes. Otra cosa no, pero la mujer era como un perro guardián con sus niños y no permitiría que nadie pudiera hacerles daño consciente o inconscientemente. No sería la primera vez que hace alguna locura por salvar a uno de esos niños de algún agresor o algo parecido y alguna que otra cicatriz de su cuerpo lo demuestra, pero eso es otra historia.

¿Jovencita? Holly alzó una de sus cejas intentando averiguar si la mujer se estaba burlando de ella, y sin proponérselo alzó la barbilla, altiva, para dedicarle una mirada desdeñosa desde arriba. Ciertamente su postura a pesar de buscar firmeza, no atemorizaba a nadie con lo pálida y débil que se veía, pero ahí estaba su orgullo haciendo frente a la pregunta de la de cabellos plateados. Se guardaría aquel nombre en su memoria, solo por placer. — Doctora Holly Enache. — Apuntó a su propio gafete. — Me envió el doctor Marin de urgencias.

Se aclaró la garganta, notándola seca y rasposa, le costaba hablar. Diablos, necesitaba sangre… había perdido demasiada. Tan solo esperaba no tener que desmayarse frente a Đurić. ¿Qué edad tendría para tratarla de ‘jovencita’?

— Perdí al señor Radu ayer. Creo que me ha enviado para subirme el ánimo. — Un calambrazo de dolor apareció en su ojo derecho y Holly tuvo que tensar la mandíbula mientras pensaba en lo doloroso que era decir la verdad. Por supuesto era mucho más satisfactorio mentir, o por lo menos engañar.

La rubia suspiró, frotándose el ojo con algo de brusquedad mientras seguía a la doctora a la habitación del crío. Cuánto odiaba a los mocosos, tan estúpidos y vulnerables… fáciles de seducir y matar. No obstante, eran las criaturas de las que más extrañaba escuchar gritar. Cuando un niño te suplicaba llorando, meándose encima mientras intentaba clamar por tu bondad, eso no tenía precio. Lo echaba de menos.

Abrió el informe que le habían entregado cuando la voz de la doctora la sacó de sus pérfidos pensamientos. — Contusiones múltiples, fracturas en zona torácica y pélvica, fracturas expuestas en extremidades… — Leyó a modo resumen, extrañándole que no tuviera una lesión más grave en la cabeza. — En observaciones por posibles hemorragias internas o coágulos. — Miró la dosis de morfina que tenía el crío como tratamiento al dolor y la encontró demasiado comedida, sin embargo, a quién le importaba si sufría mientras estaba en ese coma inducido. Levantó la mirada de los folios para observar la presión en el respirador artificial y que estuviera en orden. Por todo lo sucio y clandestino que existía en esa maldita ciudad, ese crío no moriría en su guardia.

De forma inconsciente su mano derecha se movió al costado por donde madre había arrancado uno de sus corazones. Ahora tendría una cicatriz.

Una enfermera entró a la habitación, saludando a ambas, algo sorprendida por la presencia de las doctoras. Holly supuso que la mujer estaba ahí para la dosis de analgésicos prescritos, por lo que se hizo a un lado para darle sitio a la enfermera que no estaba para nada mal si debía dar su más humilde opinión. Estaba a punto de decirle a la joven enfermera si le apetecía una taza de café cuando se percató del tamaño de la jeringa que estaba usando para suministrar la dosis en la intravenosa. Los ojos de la doctora se abrieron con desmesura y cogió la muñeca de la enfermera con cierta brusquedad para quitarle la jeringa.

— ¡¿Qué mierda estás haciendo, incompetente?! ¿Sabes la diferencia entre cinco mililitros y cien mililitros? — Le enseñó la jeringa para que la mirase antes de tirarla a los residuos patológicos. — ¿Lo quieres matar, puta loca? ¡Vete de aquí antes que llame a tu superior! — Le quitó la ampolla, y sacó una de las jeringuillas de su delantal para inyectar la dosis correcta, con el ceño fruncido y un cabreo monumental. Esa hija de puta lo iba a matar en su presencia, ¿por qué había escogido justo ese momento para ser negligente? ¿por qué no esperar a que terminara su turno? ¿acaso había gente tan estúpida en el mundo? Sin embargo, también existía la posibilidad de que hubiera sido un acto deliberado… ¿acaso madre tenía espías en el hospital? ¿Por eso se había enterado de que alguien había muerto frente suyo? La revelación vino justo cuando sintió otro calambrazo en el ojo derecho, que le provocó un pequeño derrame al lado del iris. — Ugh… — Se llevó una mano hacia el ojo mientras alzaba la vista a la otra doctora. Se había olvidado completamente de su presencia.

Mierda… ¿me habrá descubierto? No… claro que no, puedo achacar mi reacción a mi inestabilidad emocional provocada por la perdida de mi primer paciente. ¿Cierto?

Pensó intranquila.

Parecía ser que la joven era una interna que además había sido enviada desde urgencias y por su fuera poco había perdido al padre del niño el día anterior. Menudo cumulo de alegrías para empezar en el hospital. Suspiro levemente y por el momento no dijo nada. Escucho el diagnostico que le iba relatando y asintió conforme con las palabras de la rubia. Parecía que sabía lo que hacía y eso era algo bastante bueno y a tener en cuenta. Le alegraba saber que contaba con gente capacitada den el hospital aunque parecía que tenía un carácter complicado.

También parecía que no se encontraba bien. Estaba realmente pálida y esa forma suya de sujetarse el rostro le indicaba que le dolía algo. Tal vez no era buena idea que trabajase aquel día. Realmente parecía que no se encontraba en condiciones para ello. — Entiendo que la regañes por hacer algo así, pero no es necesario ser tan sumamente agresivo — la enfermera casi había salido llorando de allí y la verdad es que a Serena no le parecía necesario todo eso. Le daba pena ver tan mal a la enfermera pues llevaba dos días trabajando sin descanso y seguramente había sido un descuido por puro cansancio.

— Debes aprender que nadie aquí es una maquina, todos cometemos errores y todos estamos cansados y tenemos nuestros propios problemas. Tu misma no pareces estar en condiciones de trabajar hoy — Serena normalmente no era alguien que se comportase de forma muy ruda. La verdad es que le costaba mucho, después de todo por eso ahora trabajaba con niños y estaba muy contenta con eso. Dejar los quirófanos había sido duro para ella, no podía negarlo, después de todo le encantaba cirugía y operar, pero hay momentos en la vida en que uno debe elegir un camino y ella no se arrepentía de su decisión.

Suspiro de forma larga y se acerco al pequeño para revisar sus constantes con pura dedicación, después revisaría sus heridas y comenzaría a cambiar algunos vendajes y otras cosillas para que fuera curando de la mejor forma posible. — Tal vez deberías ir a la zona de descanso y tomarte un par de horas libres, si te duele el ojo o cualquier otra cosa tal vez necesites comer algo y descansar, no es buena idea que trabajes en mal estado, podrían ocurrir desgracias como la que acabas de evitar — no quería regañarla pero realmente no la veía en condiciones de continuar trabajando después de verla de aquella manera. Incluso parecía que tenía ganas de vomitar o que estaba mareada.

Se escuchó el rechinar de los dientes de Holly cuando la contraria le habló, sabiendo que no era prudente responder, entendiendo que desde afuera podía verse muy tajante, o como ella mencionó “sumamente agresivo”. Pero no era el día para cabrearla… aunque tampoco iba a arriesgarse a que su pulsera entrara en acción y le diera un escarmiento por su comportamiento. Suspiró y comenzó a contar hasta diez.

— ¿Acaso me estás comparando con esa incompetente? — Preguntó entre dientes cuando la escuchó mencionar que no parecía estar en condiciones de trabajar. Y llevaba razón, la demonio no estaba en sus mejores condiciones, más bien, el dolor que le produjo salvar la vida del niño le había afectado sobremanera. Dejó de cubrirse el ojo, notándose el derrame, mordiéndose el interior de la mejilla para soportar el palpitar que sentía en la cuenca, y la presión en al cabeza… esas malditas migrañas que incluso entorpecían su visión.

— Si tan preocupada estás de mí, ¿por qué no me revisas? — Alzó una de sus cejas, altiva, comenzando a sentir la ponzoña en sus palabras antes de escupirlas. — En caso contrario deja de darme sermones y haz tu trabajo como yo hago el mío. No estoy aquí para hacer amigos, caerle bien a la gente, o vigilar mis palabras para no hacerles llorar… Agh… — No pudo continuar con la descarga de emociones frustrantes y de odio que comenzaban a danzar en su pérfido interior, puesto que la pulsera en su muñeca izquierda le provocó un fuerte calambrazo al soltar sustancias tóxicas para su organismo.

Se mordió el labio, cabreada, con los músculos tensos, notándose en sus hombros y en forma en la que se acentuaba el perfil de su mandíbula mientras resistía el dolor… ¿Se volvería masoquista?

— Disculpa, no he tenido un buen día. No volverá a suceder. — Relajó el semblante, derrotada, viéndose el doble de cansada de lo que ya estaba, casi parecía que las ojeras se hubieran acentuado y hubiera perdido un par de tonalidades más en su, de por sí, pálida tez. — Me gustaría ayudarte. — Con el pulso firme, a pesar de su condición, tomó pruebas de sangre para hacer conteo de plaquetas, pero cuando iba a tomar la prueba de orina, su cara se quedó tan blanca como el papel.

— Doctora… — señaló la bolsa trasparente, en la cuál había sangre en combinación al líquido amarillento… Y eso significaba una sola cosa: hemorragia, o alguna perforación en riñones, aunque Holly estaba segura que tal vez se debía por las fractura de pelvis. — ¿Resonancia? — Le preguntó mientras apretaba el botón de alerta al lado de la cabecera para avisar a enfermería, y subía los brazos de la cama, desbloqueando las ruedas de la misma para poder movilizarla hacia donde le dijera Đurić.

¿Realmente aquella chiquilla se estaba comportando de aquella manera en su territorio? Por un momento Serena estuvo tentada de echarla en aquel mismo instante de pediatría y devolverla a urgencias. En aquel sector del hospital no necesitaban gente como ella. Sinceramente tratar con niños no es como tratar con un adulto, debes tener especial cuidado incluso en el entorno. Por ese motivo el que tratase así a una enfermera por mucho que esta hubiese cometido una horrible negligencia iba totalmente en contra del protocolo a seguir en pediatría. — Escúchame bien por que solo lo diré una vez más y no pienso repetirlo, esto es pediatría no urgencias ni cirugía, aquí tratamos con pacientes que necesitan un ambiente relajado y sin estrés, una sola palabra más fuera de tono y te largas ¿entendido? — no estaba para tonterías sinceramente por muy buena que fuera.

Al ver aquella bolsa no dudo un momento y se acerco asintiendo ante las palabras de la chica — tenemos una urgencia en pediatría, necesitaremos que preparen una resonancia y un posible quirófano  — por la pinta que tenía seguramente si era lo que sospechaba tendrían que abrirle y eso era algo que no le gustaba a la doctora. Hacía tiempo que no operaba y no le hacía gracia tener que meterse en un quirófano, pensó rápidamente en cual de sus compañeros podría hacer dicha operación y que estuviera disponible. Miro a la enfermera que tenía al lado para darle las siguientes instrucciones, esperaba que las cosas salieran lo bastante bien como para no tener que entrar en aquella habitación.

— Avisa al doctor Killian, si esta durmiendo le despiertas, le dices que es urgente y que soy yo quien te manda, vamos, date prisa — la enfermera salió corriendo como alma que lleva el diablo en busca del doctor esperando encontrarle cuanto antes para que pudiera irse preparando. Por otro lado llegaron a la sala donde podrían realizarle la resonancia al pequeño y dieron comienzo con la prueba revisando minuciosamente las imágenes que iban apareciendo según aquel aparato se encargaba de rebelar todo cuanto pudiera ocurrirle.

No le quedo ninguna duda en el momento en que vio aquellas imágenes, parecía que debido al golpe uno de los riñones tenía una perforación, seguramente provocada por alguna astilla de los huesos que el chico se había roto. Definitivamente tendrían que entrar en quirófano con él y por todos los cielos esperaba que la enfermera hubiese dado con el doctor Killian o las cosas iban a ponerse realmente complicadas a partir de aquel momento.

Lo que faltaba, que el puñetero crío tuviera sangre en la orina. ¿Por qué no se había ido antes? Se lo había dado en bandeja la doctora a su lado con la excusa perfecta de que no estaba bien emocionalmente, es decir, incluso había tenido un exabrupto, ¿no? La demonio comenzó a maldecir a cada persona dentro de esa habitación, incluso a la enfermera, mordiéndose el interior de la mejilla. Estaba demasiado cansada para pensar en el dolor en su cabeza o en la preocupación creciente que se anidaba en sus tensos músculos. No obstante, el orgullo en su interior crepitaba por la forma en la que Đurić había llamado a otro doctor. Quería estar en la sala de cirugía y abrir en canal a ese crío…  

— ¿Por qué escogiste a otro doctor como tu segundo para la operación? — Preguntó por fin, a lo que ella pensaba que significaba la presencia de otro médico en la sala de operaciones, mientras las imágenes del escáner daban una respuesta preocupante. — Puedo ser muy útil y quiero esa experiencia en cirugía. — Frunció el ceño sin entenderse a sí misma. ¿Tenía ambiciones en ese asqueroso lugar? Odiaba su trabajo, lo aborrecía, ¿por qué quería mejorar? No. No era para ayudar a otros, simplemente quería probar sus propios límites. ¡Sí! Eso era, buscaba ascenso por el dinero y la buena posición que le dejaría.  

Cuadró la mandíbula frunciendo el ceño ligeramente, pasándose la mano por sus cabellos. ¿Qué pasaba si el niño moría? ¿Era más importante el prestigio que salvar su integridad física? Estaba cometiendo un error.

— Déjame participar. — Se adelantó a la sala donde estaba el tomógrafo para sacar al niño tras el examen. Se le escapó un suspiro y peinó los cabellos de Aron con cierta suavidad antes de pasarlo a la camilla. — Tranquilo, amigo, no te dejaré morir. — Le dijo decidida. — Tu padre no nos lo perdonaría…

Esperó a la doctora para continuar el camino al quirófano que le asignaron. Contaba que esas tontas palabras de aliento al crío inconsciente y esa asquerosa muestra de afecto hubiera logrado el efecto deseado en endulzar la visión que Đurić tenía de ella; si de manipulación se hablaba, Holly podía parecer la persona más sincera del mundo, y esa carta siempre la salvaba de posibles dolores de cabeza. Su naturaleza la inducía a engañar y solo por eso había sobrevivido tanto tiempo ‘salvado vidas’.

— Doctora, quirófano ocho. — Justo en ese preciso instante llegó la enfermera sin aire, corriendo hasta donde estaban ellas para indicarle a la mujer a su lado que no había podido encontrar al doctor Killian. — ¿De casualidad no tienes su número? — Le preguntó a Đurić tras la noticia, aunque en el fondo estaba agradecida que ese hijo de puta estuviera perdido por ahí en el hospital. — No hay tiempo, hay que entrar a cirugía, la presión de Aron está bajando. — Un detallazo decir el nombre del paciente para verse todavía más humana y preocupada.