You gonna burn it out to the wick [Libre]

A veces simplemente costaba salir de la cama.

Eran las cinco de la tarde y las calles estaban pintadas con los dulces colores cálidos del atardecer, sumiendo al mundo en una atmósfera suave de perfecta tranquilidad. Lo odiaba. La doctora atusó sus rubios cabellos con la diestra mientras cruzaba la calle a trote ligero con un típico vaso de cartón de café de su cafetería favorita en su otra mano, llevando bien abotonado un abrigo negro de corte largo por sobre su ropa y una gruesa bufanda que cubría su enrojecida nariz a causa del frío. Como odiaba el frío. Llegaría tarde.

Si hacía memoria, la causa de su retraso valió totalmente la pena. Una sonrisa traviesa viajó por su semblante, que por lo general se mantenía estoico, al recordar a la pelirroja que la había retenido entre las sábanas aquel día… y noche. Bueno, llegar quince minutos tarde al turno tampoco estaba tan mal, de cualquier forma odiaba ser puntual.

Un brillo juguetón danzó en sus ojos celestes cuando cruzó la puerta y terminó de beber el último sorbo de su café negro. No le gustaba echarle azúcar, o mezclar el sabor y estropearlo con leche o chocolate. Era el amargor justo que necesitaba en su vida.

— Enache, llegas tarde.

Holly alzó una de sus cejas al escuchar el comentario, girando ligeramente su cabeza hacia la enfermera que se había dirigido a ella con tal naturalidad. Oh, Vicky, ¿celosa?, pensó en un ronroneo, encogiéndose de hombros.

— Había mucho tráfico. — Mintió, ni siquiera necesitaba la vespa para dirigirse al trabajo y muy probablemente Vicky lo sabía. La enfermera frunció el ceño y al tiempo que Holly sentía una ligera satisfacción por fastidiar un poco a la enfermera, un calambrazo de dolor cruzó su ojo. Otro dolor de cabeza… Debía ser ‘buena’. — Por cierto, te ves muy bonita hoy, ugh… — La enfermera había alzado uno de los informes que tenía en el mesón y se lo había ‘entregado’ a la doctora en la cara. Holly sonrió con suavidad mientras tomaba la carpeta y se dirigía hasta el vestuario para ponerse el uniforme de residente.

Una vez vestida con las credencias colgando del cuello se dispuso a caminar por los pasillos mientras leía el informe sin prestar demasiada atención alrededor.

Borrado.

En una habitación cercana Holly pudo escuchar una canción que atrajo su atención, levantando la vista de la carpeta, sorprendiéndose caminando hasta la puerta de la habitación en donde venía la música. Se escuchaba amortiguada, pero desde ese momento supo que no podría sacársela de la cabeza.


— ¿Doctora?

Holly salió de su ensimismamiento, parpadeando un tanto contrariada al dirigir la vista a una enfermera que nunca había visto en el hospital después de tantos turnos. ¿De qué área era?

— ¿Sí? ¿Te puedo ayudar en algo? — Observó detenidamente el gafete de la joven que parecía un pez fuera del agua, casi podía oler la incomodidad al no hallarse en su ambiente natural y todo cobró sentido cuando vio que pertenecía a la veterinaria que estaba integrada al hospital y se encontraba en un edificio contiguo, pero al mismo tiempo, alejado totalmente de la entrada principal. Holly se pasó la mano por el cuello, curiosa.

— Verá, tenemos un problema, y me han dicho que usted es de confianza.

Mencionó la joven y comenzó a caminar con la esperanza de que la rubia la siguiera; y la ojiazul, movida por la curiosidad, la siguió esperando recibir más información. Era extraño sentir que era “de confianza” para el personal médico, incluso que se hubiera corrido la voz hasta otros centros. Y eso la molestaba… odiaba ser buena, y de todas formas ahí estaba, junto a la joven para ser de ayuda. La cabeza le dio una punzada.

— ¿Me estás diciendo que 'ahora' es un humano? — Preguntó Holly al trote. Ya no caminaba, en parte porque se había enterado de la situación y la urgencia era mayor. — ¿Qué le administraron?

La enfermera mantenía el trote de Holly con cierta dificultad, más si le estaba explicando los procedimientos y los medicamentos que le suministraron. La doctora sacó su celular rápidamente y llamó al jefe de urgencias contándole lo sucedido al tiempo que ella llegaba a la sala en donde estaba el paciente. La carrera había sido como correr cuatro cuadras.

— ¿Tienen los resultados de la resonancia?

— Solo hacemos radiografías…

Holly chasqueó la lengua y tomó su linterna de bolsillo en forma de lapicera. — Las necesito. — Pidió los resultados mientras le abría los ojos al sujeto y observaba el comportamiento de sus pupilas. Además, advirtió que había restos de vómito en los labios del hombre y en el piso de la sala. — ¿Hace cuánto que está inconsciente? — Preguntó preocupada, en parte porque la cantidad de analgésicos era ínfima para el tamaño y peso de una persona.

— Dos horas, aproximadamente.

La ojiazul se giró un momento para estornudar, notando el cosquilleo en su nariz: alergia. Maldijo internamente que se tratara de un gato y pidió una mascarilla antes de ver los resultados de la radiografía. Era difícil de distinguir por lo que dio un voto de confianza a los veterinarios por tener que tener un resultado con tan pobre equipo. — ¿Por qué no estaba en operación? Tiene una fractura de cráneo, deberían haber estado tratando su hemorragia intracraneal y buscado aneurismas. — Suspiró. — No tendrán un collarín de casualidad, ¿verdad? — Volvió a sacar su móvil para llamar otra vez al jefe de urgencias sin esperar una respuesta a su interrogante. En realidad la culpa no era totalmente de ellos.

En menos de cinco minutos estaban entrando paramédicos por la puerta principal de la veterinaria y sacando al hombre en camilla con Holly siguiéndoles el paso con el celular en el oído, deteniéndose un momento en la sala de espera. Por primera vez dándose cuenta de las personas que había en el lugar.

— ¿Raewyn Stankić? — Llamó con tonos apremiantes. — Raewyn… — Dejó el nombre a medias para escuchar al otro lado del móvil y susurrar algo con la mirada en la puerta por donde había salido su paciente.

Borrado.

A Holly no le gustaba como estaban transcurriendo las cosas, para empezar si ahora ese hombre moría sería su culpa… su culpa y madre lo sabría. Le dio un escalofrío pensar en la posibilidad, por lo que gran parte de esa preocupación por salvar el culo se convertía en una falta de paciencia absoluta a la negligencia.

Al otro lado de la llamada, el doctor en turno del área de urgencias, le estaba dando órdenes específicas a Holly que en su mayoría ya había realizado, no obstante, podría ser contraproducente estar a solas. A pesar de ser una médico residente, necesitaba la guía de un especialista, en particular si la herida podía traer problemas neuronales a futuro. Tan solo debía seguir indicaciones. — Sí, doctor, en seguida. — Cortó la llamada y se metió el celular en uno de los bolsillos de su bata mientras su mirada indulgente y fría se centraba en la mujer que debía ser Raewyn Stankić, la familiar del paciente.

— ¿Felino? — La demonio suspiró, apretándose el tabique de la nariz mientras buscaba entender la situación con la precaria información que tenía. Y no. Definitivamente no lo entendía. — ¿Por qué no lo llevaste al hospital inmediatamente? ¿Te das cuenta de que podría morir? — ¿La estaba regañando? Probablemente, aunque justo en esos momentos sentía un odio justificado hacia esa mujer. ¿Cómo era posible que alguien en su sano juicio llevara a un humanoide al veterinario? ¿Era acaso una especie de juego BDSM? No le extrañaría, con lo turbias que podían ponerse las cosas a veces, sin embargo, era absurdo que fuera un juego tan serio. En el hospital contaban con sueros que podían cambiar la forma animal del paciente para ser tratados, llevarlos al veterinario era tan absurdo que con solo pensarlo se molestaba más.

Comenzó a caminar, no sin antes tomar del brazo a la pelinegra para prácticamente obligarla a que la siguiera. Si era necesario, la arrastraría consigo, y aunque actualmente tan solo contara con la fuerza de un humano normal, estaba cabreada.

— Si te gusta tratarlo como mascota, no es de mi incumbencia la clase de fetiches que tengas, pero es irresponsable traerlo al veterinario y podrías recibir una denuncia y una demanda por negligencia.

Y vaya que sí lo haría si el infeliz moría en el quirófano. Ella misma correría con los gastos del abogado para que esa mujer se pudriera en la cárcel. Vamos, que si a ella la iban a castigar, otra persona también sufriría.

Se subió a la ambulancia aunque esta vez le soltó el brazo a la mujer y le extendió la mano para que se apresurara en subir. — Sube. — Le ordenó. — No debemos perder tiempo. — Cualquier segundo era necesario en este tipo de casos y Holly estaba comprometida con la vida de ese hombre. No lo dejaría morir… no en su turno, no bajo su cuidado.

Borrado.

Las excusas agravan la falta, fue el primer pensamiento que tuvo la doctora cuando comenzó a escuchar la historia de la mujer, ¿cómo se llamaba? ¿Raegüin? Aunque había algo que sí le interesó, y fue la forma pasiva con la que había recibido sus duras palabras. ¿Así que ella no conocía que el cretino era un humanoide? Tenía sentido… Por lo menos no lo había hecho a propósito, no obstante, eso no quitaba la probabilidad de que podía tener alguna secuela producto de ese malentendido y el tiempo perdido. ¿Madre le dejaría pasar una ‘negligencia’ que se redujera a dejar al gatico vegetal? Holly se cubrió la cara con sus manos cuando volvió a estornudar. Cómo odiaba los gatos.

— ¿Problemas económicos? — El ceño de Holly volvió a arrugarse por lo que conllevaba esa declaración. El hospital era uno de los mejores de la ciudad, con tecnología de punta, los quirófanos más preparados y el personal mejor pagado que cualquiera en sanidad. No daba caridad. — Tienes seguro, ¿verdad? — Lo pensó mejor. — ¿Qué edad tienes? — ¿Acaso trabajaba siquiera? Sí, ¿no? Mencionó a una tal Nana.

Apenas ambas estaban junto a la camilla dentro de la ambulancia, el paramédico entró y cerró las puertas para que su compañero partiera con toda la parafernalia que conllevaba la urgencia: luces y sirenas. La demonio tenía una decisión que tomar. Todavía estaba a tiempo de hacerse a un lado y lavarse las manos con el futuro del paciente.

Tomó el celular y marcó al jefe de urgencias.

— Estamos en la puerta. Necesita tomografía y un quirófano. — Dio un suspiro. — ¿Ya llegó el especialista? — Un neurocirujano era imprescindible, aunque no siempre había uno en turno en el hospital. Dio los datos de presión del paciente y el ritmo de las pulsaciones mientras la ambulancia se detenía y las puertas eran abiertas para que le paramédico bajara e hiciera lo propio con la camilla. Habían tardado menos de cinco minutos en llegar a urgencias y Holly se giró a la familiar del hombre cortando la llamada cuando vio al jefe en turno. — No te vayas. — Le tomó la barbilla para que la mirara a los ojos. — ¿Me oíste? — La soltó. — De todas formas tengo tus datos personales. — Señaló la ficha que le habían entregado en la clínica veterinaria y corrió para adentrarse al hospital siguiendo la camilla. ¿Raewyn huiría? 

Sin duda alguna iba a ser una larga jornada y todavía no estaba segura de estar haciendo lo correcto para su propio bien.