Stardust | Priv. Jake

El sonido de la cuchara remover la taza de té envolvía toda la estancia. Escuchaba ensimismade las conversaciones de sus clientes, pero sin llegar a entenderlas, más como quien disfruta de forma inconsciente de la lluvia que cae. Esa mañana no tenía el rostro más alegre del mundo, la cabeza cabizbaja y los párpados ligeramente caídos, le daban un gesto más bien triste.  

Intentaba decirse a si misme que debería estar contente, la tienda iba viento en popa, gustaba a la gente, y quien no fuera humano, podía encontrar allí todo lo que necesitaba, entonces ¿Por qué esa pesadez? Un suspiro atravesó sus labios, antes de alzar la taza de té con sus manos para darle un trago. Tras eso agitó un poco la cabeza, intentando serenarse ¿De que le servía estar así?

Se concentró en una bolsita de tela que tenía a su lado, esa misma mañana había llamado a la muchacha que se lo encargó hacía unas semanas. Gracias a sus contactos no le había sido muy difícil de encontrar, y, de hecho, había encargado bastante para poder quedarse un poco para si misme. El resto lo había colocado en una bolsa aterciopelada de color índigo, que creía encajaba muy bien con la personalidad de la muchacha. Y sonrió suavemente, mientras lo miraba, escuchando entonces la campanita de la puerta. Para cuando Strix entró en la tienda, Jake ya estaba preparándole una taza de té a su lado, habiendo colocado una silla tras el mostrador para que le acompañase.

—Buenos días.— Le sonrió con energía, aunque esa sombra triste que le acompañaba no desapareció. —Yo siempre tengo tiempo para mis amigos, anda, siéntate.— Le ofreció, mirando después el jarrón y levantándose para colocarlo tras de ellos, en una estantería. —Muchas gracias por el detalle, espero poder mantenerlas vivas un tiempo, por que he de admitir que soy un desastre.— Admitió, entre risas suaves. —Pero le dará buen ambiente a la tienda.—

En su día, le llegó a sorprender que la joven terminase acudiendo tanto al local, siendo que ella tenía también un negocio enfocado a aquellas cosas, pero entendió que podían llegar a complementarse. Aunque era cierto que el rubio no hacía aquello por dinero, si no por gusto y hábito.

—¿Cómo has estado esta semana?— Le preguntó, con la curiosidad de quien se preocupa, más de quien pregunta solo por hacerlo. Mientras tanto le acercaba unos dulces y volvía a sentarse, con la calma de alguien que ha vivido cien años.

Escuchaba a la muchacha con una sonrisa ligera en el rostro, que delataba el pasárselo bien en su compañía. Dejó que terminara de relatarle aquellas cosas, riendo de vez en cuando ante esto.
—Los turistas son muy graciosos, aunque son un peligro. No siempre puedo venderles lo que quieren, y todos los objetos tienen un hechizo de regreso, por que no sabes cuantas veces intentan llevárselos en los bolsillos.— Negó con la cabeza, resignado. —No es que me moleste que se los lleven, es que si no saben usarlos pueden ser peligrosos…— Se encogió de hombros y bebió algo más de té, dejando la taza sobre el platillo con delicadeza.
—¿Necesitas que te ayude con tus clientes? Estoy seguro que tengo algo para calmar el mal humor de estos…— Rebuscó en un cajón cercano, sin siquiera levantarse de la silla, y se lo ofreció. Un pequeño tubo, con una sustancia de color plateado en el interior. —Unas gotitas en el té, y se irán contentos pase lo que pase.— Le guiñó el ojo y se lo dejó en frente. —Regalo de la casa. Y por favor, no pienses que lo uso en mi té, en este tipo de negocio no hace falta.— Volvió a reír, con suavidad y después miró el interior de la tienda, el último cliente se fue por la puerta sin comprar nada, dejándoles solos en la estancia.
Agradeció aquello, por que así podía hablar con libertad con ella, así aprovechó y le dio el saquito aterciopelado que contenía el pedido especial de la muchacha.
—Pues esta semana no he estado mucho en la tienda, he aprovechado para ir a ver a unos amigos y conseguirte esto.— Le sonrió de vuelta, moviendo el saquito con la mano antes de dárselo. —Creo que ahí tienes suficiente cantidad para lo que necesitas, pero tengo más en la tienda para un futuro.— Cogió un dulce y se lo llevó a la boca, satisfecho de haber hecho su trabajo tan bien. —No te preocupes por el dinero.— Le aseguró, ya que no quería que se lo pagase, por mucho que esta fuera a insistir.

Mientras la chiquilla examinaba el polvo de estrellas, él aprovechó para echar el cerrojo de la puerta y girar el cartel de la entrada, para que se leyera ‘’cerrado’’, solo con un gesto de su muñeca. Así tendrían más intimidad.
Alzó una ceja, casi molesto, cuando esta le dejó los billetes sobre el mueble, pero terminó bufando y guardándolos en un cajón, mientras negaba con la cabeza.
—De verdad que no hacía falta, no necesito tanto dinero. — Rodó los ojos, pero terminó riendo un poco, al menos antes de escuchar la pregunta de la chiquilla y así fijó la mirada en el tubo, antes que en los ojos de ella. —Oh… — Entendió el porqué de la pregunta y sonrió con suavidad, apretando la mano de la albina, que se había posado sobre la suya.

—No lo uso para mí, querida. Lo tengo por que cuando la gente viene y me pide pociones, siempre hago un poco más para poder almacenarla, así siempre tengo para emergencias. — Le explicó, aunque sin duda entendía su preocupación. —Estoy bien, solo me aburre tanta rutina. Por eso me alegra que vengas a verme, por que rompes con la monotonía ¡Y encima me traes flores! — Rió y le restó importancia a aquello, cogiendo la mano que apretaba para alzarla y dejar un suave beso sobre los nudillos.

—Estaré bien, querida. Cuando se acercan estas fechas me siento un poco débil, nada más. — Le contestó esa vez con sinceridad, no queriendo que se enfadase por esquivarle la pregunta antes. —Hace tiempo perdí a alguien, no se nada de ella desde hace tanto que… El no saber si sigue viva o muerta me consume. — Se pasó una mano por el rostro tras decir aquello, apretando el puente de la nariz con los dedos para después volver a sonreír a la chiquilla. —Pero debería empezar a superarlo, después de tanto tiempo. — Admitió, con una sonrisa suave. No sabía por qué le contaba aquello, pero ahí estaban, charlando.

Vio a la chiquilla sin decir nada. Lo cierto es que tenía cierta curiosidad de por qué le había dado por echarle las cartas. Era mago, sabía que si lo hacía bien las cartas tenían mucho poder. Alzó una ceja mientras esta hablaba y suspiró un poco, accediendo con la cabeza ¿Perdía algo?

Mientras miraba como esta mezclaba las cartas, la tetera se levantó por si misma y sirvió a ambos un poco más de té, que por alguna razón parecía recién hecho. Siempre recién hecho. Mientras esta hacía, se preguntaba que podría preguntarles a las cartas, que era lo que realmente quería saber.

—¿Sabes que yo también leo el tarot?— Le preguntó. Normalmente era algo más asociado a las brujas, pero había tenido muy buenas maestras en su hogar. Miraba las cartas, pensativo, con las manos suavemente colocadas sobre el regazo y finalmente suspiró. Alzó las manos y con ambas cogió la última de cada extremo y justo, justo, la que estaba en medio. Se las devolvió a la bruja y entonces pudo verse como le aparecían algunas plumas pequeñas y negras en las manos, también en algunas zonas de la cara, como en el contorno de los ojos, las cejas y las patillas. Él se dio cuenta también y rio un poco.

—Perdona, a veces me pasa cuando me pongo nervioso.— Admitió, pero no desaparecieron, solo alcanzó la taza que se había servido y le dio un suave trago, suspirando un poco y cerrando los ojos. Claro que le había preguntado por ella al destino. Si seguía viva, sobre todo, aunque en el fondo también se preguntaba si volvería a verla, y, si lo hacía ¿Podría perdonarla?

Cuando volvió a abrir los ojos, no eran tan apagados como de costumbre, si no que brillaban un poco más, y de fondo se escucharon algunos ¿Juguetes? Encenderse, en el almacén, a lo que rio un poco de nuevo.

—Disculpa, no hagas caso a esas cosas.— Le restó importancia, mientras paraba con su mano un pequeño juguete con cuerda que se había puesto en marcha sobre la misma mesa en la que estaban desayunando. A veces podía verse, en esos pequeños gestos, lo poderoso que podía llegar a ser Jake, aunque siempre pareciera tan débil a ojos ajenos. —Por favor...— Le pidió, animándola a empezar con eso. El ambiente se había tensado un poco, pero no en el mal sentido, Jake estaba completamente concentrado en Strix, y sabía que ella lo estaba en él y en las cartas.