— New travel; shops and gems? | Priv. Kyoko

Había algo que ya estaba bastante claro; Hayato y Kyoko muchas veces eran como un pack, o mejor dicho, ella se ocupaba de que el dragón no perdiese la cabeza y realizarse gasto innecesarios y absurdos; sus ojos que generalmente observaban las cosas al detalle y analizaban cada pieza de su alrededor para componer una nueva joya a un elevado precio; en días como aquel los ojos de color ámbar del dragón parecieron perderse nuevamente; su intención era muy distinta a la que se veía desde fuera, ¿que queremos decir con esto? Aunque en algún momento Hayato se había separado de la exótica kitsune salieron con la intención de ir a entregar unos pedidos, pero alguien llamó la atención de Hayato, ese fue el momento en el que el dragón se quedó atrás al ser llamado por un vendedor ambulante.

Sus ojos que parecían brillar estaban fijos en algo mientras que el hombre intentaba decorar sus palabras con florituras; vender basura al precio de oro, era un conocido dicho de cualquier vendedor callejero, pero, entre aquellas piezas había algo que parecía llamar la atención del hombre de cabello castaño una pequeña geoda, estaba claro que deseaba aquella pieza, y no  es vulgar piedra de 90% plástico. Aunque en ese caso el dragón no podía llegar a ser tan impulsivo esa pieza que deseaba llevaba un pequeño cartel con el precio.

Señaló aquella geoda antes de que esa esencia femenina llegase hasta su nariz, volvió su rostro y una pequeña sonrisa se colocó en su rostro; —Vaya Kyoko, ya me preguntaba yo dónde te habías metido— irónico que dijese eso precisamente el que se había quedado hipnotizado por esa geoda; el vendedor seguía en sus trece de vender esa pieza de plástico que a sus ojos  era tan valiosa e importante, pero parece que Hayato no estaba muy de acuerdo con esa afirmación del vendedor, simplemente le mandó a callar con un gesto —Sé un buen niño y no interrumpas— Hayato hasta parecía haberse olvidado de la razón por la que estaba dando una vuelta con Kyoko.

Resumamos, Kyoko por cosas como los despistes de Hayato llevaba siempre el dinero del dragón y él sentía que podía confiar en ella; y bueno lo había demostrado hace un largo tiempo ya —¿Puedes comprar eso? Tengo una idea que quiero hacer— comentó esperando la aprobación de Kyoko —Y tú cállate con ese trozo de plástico que definitivamente te han estafado, no vale nada, la próxima vez lleva un tasador contigo, en serio— suspiró y ladeó la cabeza y curioso miró a Kyoko —Ah cierto teníamos algo que hacer ¿verdad?— preguntó antes de dejar que la chica tomase la decisión que ella viese conveniente, las reglas eran esas, ella decidía que gastos y antojos podía tener el dragón.

No sabía como pero lo había vuelto a perder. Aquel hombre poseía una facilidad pasmosa para desaparecer de su vista como si fuera un fantasma. Pero hacía muchos años que se conocían y sabía perfectamente que el hombre no era ningún fantasma, era un dragón uno que podía ser realmente grande y peligroso y sin embargo desaparecía de su vista como un niño curioso que había visto un juguete en un escaparate. Dejo salir un suave suspiro de sus labios, miro la hora en su precioso reloj de bolsillo y tras guardarlo movió sus orejas en busca de su jefe.

Usaría también su olfato para dar con él, después de todo tantos años trabajando juntos le había dado la capacidad a la zorrita de encontrar a ese hombre en cualquier parte. Estaba más que acostumbrada a tener que perseguirlo y encontrarlo en cualquier lado por lo que no tardo demasiado en dar con él. Se cruzo de brazos colocandose a su lado mientras le escuchaba hablar y miraba aquellas cosas que estaba vendiendo aquel hombre. Desde luego lo que quería vender no tenía ni pies ni cabeza, pero la geoda que había encontrado su jefe desde luego era interesante. Sin embargo estaba un poco molesta con él por como había desaparecido y se notaba por como movía su suave y sedosa cola de Kitsune que en ocasiones se entremezclaba con su cabello.

— Bien, denos esa geoda entonces, y nos marchamos, tenemos muchas cosas que hacer — saco el dinero indicado en el cartelito y tras pagar al vendedor ambulante y tomar la geoda la guardo a buen recaudo y entonces miro a Hayato un poco molesta. — Podrías avisar al menos cuando ves algo que te interesa, no puedes desaparecer así sin más, te lo tengo dicho y además vamos a llegar tarde a la entrega del pedido al final — y si había algo que la mujer odiaba era llegar tarde. Le daban ganas de tirar de la oreja de su jefe como si verdaderamente fuera un niño pequeño, pero no lo haría y menos en la calle.

Se notaba que Kyoko estaba un poco molesta y aunque intentaba ocultarlo Hayato se daría cuenta de inmediato. — Si vuelve a desaparecer de esa manera lo abandono en la calle y sigo con mi trabajo, tengo que entregar ese pedido —  acelero un poco el paso mientras cruzaban un par de calles en dirección al edificio al que debían ir. Era un precioso hotel, cinco estrellas, absolutamente maravilloso y elegante a mas no poder. Su cliente era un hombre muy rico y poderoso que había pedido un anillo de compromiso para su novia. Después nos había encomendado la tarea de hacer sus anillos de boda si la joven y hermosa mujer decía que si y ellos esperaban que lo hiciera. Desde luego ese tipo de encargos le gustaban mucho a la Kitsune, eran encargos llenos de amor y eso lograba ponerla algo tierna.

A veces parecía que Hayato no pensaba demasiado antes de hablar ¿Dónde se había metido Kyoko? No, la pregunta era ¿por qué acudía como un jodido cuervo a la piedras brillantes; era como un niño exigiendo lo que quería; aunque estaba claro que no solo físicamente era más maduro… sino que el dragón acababa atraído por esas cosas. Sus colecciones de minerales no era solo para darle un toque exótico a aquella habitación, había más que unas piezas que resultaban decorativas. Pero sí, parece que para Hayato todo resultaba más fácil diciendo que la culpable era Kyoko por perderle de vista o bien ‘desaparecer’ cuando él mira otras cosas. Claro, la culpa era de Kyoko… no hay quien creyese al dragón en momentos como esos, y más sabiendo lo despistado que podía llegar a ser.

Dirigió su mirada hacia la mujer junto a él; Kyoko tenía ese tipo de presencia, potente, poderosa y femenina, quizá eso era lo que conseguía llamar tanto la atención de otros hombres ¿Incluímos a Hayato? Dejemoslo en una incógnita o sino tendrá menos interés conocer que puede llegar a pasar entre ellos. Lo único que era corroborable es que Hayato necesitaba a Kyoko si no de una manera de otra.

El dragón esbozó una sonrisa, como si acabase de salirse con la suya ¿que tipo de joya pensaba hacer? Con solo mirarla le venía el diseño y una persona perfecta para llevarlo, era parte de sus antojos personales. —¿Lo siento?— sí, se distraía mucho, y sí, absolutamente no era raro que se olvidase de algunas cosas que debía de hacer solo por distraerse. Se rascó la nuca para acabar esbozando aquella sonrisa —Por una joya de ese calibre podríamos hacerle esperar hasta años, no creo que unos minutos extra sea un gran problema— él y su sistema de medir el tiempo solía ser erróneo, pero en este caso no estaba tan mal. Cruzándose de brazos caminó tras ella, esa figura era prácticamente perfecta, una lástima que ante sus ojos su sonrisa no se pronunciase tanto.

—Entendido, entiendo, prometo ser obediente— y más le valía cumplir, aunque por suerte debido al paso de Kyoko ni tuvo tiempo para intentar salirse del camino. Nada más entrar el mayordomo del hombre llamó la atención de Kyoko y Hayato; el dragón tocó suavemente el hombro de de Kyoko señalando hacia él antes de ser reunidos con aquel magnate de los negocios.

Nervioso el hombro caminaba de un lado a otro incapaz de mantener su mirada fija. —Kyoko, saca el anillo antes de que le de un infarto por favor.— se encogió de hombros dando un paso hacia él —Respire por favor, le aseguro que ha pagado por un anillo perfecto y eso tendrá.— esperó a que aquel anillo fuese mostrado, una pieza central de diamantes que daba aspecto similar a un orbe con poderes místico y un diseño élfico como a propia familia de la mujer a modo de recordar sus orígenes, un poco ramificado y en su interior escrito ‘amor eterno’ en la lengua élfica, simplemente perfecto.

Debido a la complicidad el propio Hayato intervino en la creación pero con el dinero que se había gastado al desear ese diamante era suficiente como para pagar el sueldo de varios meses de sus empleados —Mucho ánimo con la pedida de mano señor, aguardaremos la respuesta de la chica aquí— tenía claro que habían hecho un buen trabajo hasta los detalles más mínimos fueron trabajados al milímetro. Miró hacia Kyoko, aquella sonrisa era de las cosas que le gustaría proteger al dragón. —Nos toca quedarnos a ver la respuesta, ¿quieres relajarte un poco y verlo en directo?— después de todo una de las mayores ilusiones de una mujer eran escenas como aquella por lo que no le extrañaba tanto al dragón.

Al final llegaron, la verdad es que una vez cruzaron la puerta del edificio se sintió mas tranquila. Al ver la nerviosa reacción del hombre en cuestión no pudo hacer mas que sonreír y mirar un poco mal a Hayato por decirle esas cosas a su cliente, aunque tuviera razón debería tener un poco mas de tacto. Desde luego aún no entendía como aquel hombre había logrado tener una empresa grande y lujosa como la que tenía cuando se comporta de esa manera y habla de esa forma a sus clientes. Era un descuidado pero bueno, por suerte estaba ella para enmendar sus errores y lograr que no los despidieran.

Kyoko no dudo en sacar la caja del anillo y entregarla a su propietario para que pudiera verlo, parecía bastante satisfecho con como había quedado el encargo y eso era algo que la Kitsune podía notar en su mirada y en su forma de sonreír. Estaba de lo mas emocionado y la mujer no dudo en coger a Hayato y tirar de él suavemente hacía otro lugar, verían la pedida de mano si, pero en otro lugar donde la mujer no les viera. ¿Es que este hombre no tenía tacto alguno? Desde luego en ocasiones se preguntaba si las neuronas de su jefe hacían conexión o simplemente se dedicaban a flotar y bailotear en su cerebro.

No obstante sabía que era un hombre inteligente, lo sabía, era un hombre listo y con una capacidad de trabajo fascinante, pero también era cierto que era excéntrico y demasiado alocado. La hora clave había llegado, la mujer llego y la pedida comenzó, una bonita música, un camino de pétalos de rosas hasta donde estaba su enamorado que la esperaba hincado en una rodilla. Cuando ella llego ante él este abrió la cajita y le pidió  matrimonio. La afortunada no pudo contener el llanto y llena de emoción asintió comiéndose a besos a su enamorado.

La kitsune suspiro con emoción viendo aquella hermosa escena, ella quería vivir aquello en algún momento de su vida. Quería que el hombre al que amase le pidiera matrimonio de una manera romántica y preciosa. Pero tal vez pedir eso era demasiado, pasados unos minutos cuando todo se calmo ambos salieron de donde estaban dandole la enhorabuena a los ahora prometidos — nos pondremos con sus anillos de boda, esperamos que les gusten tanto como el de pedida, nuestra mas sincera enhorabuena, los vemos pronto, que disfruten de su día — Kyoko siempre correcta y formal les hizo una elegante reverencia y después se dispuso a marcharse del lugar con la emoción aún en el cuerpo, había sido realmente hermoso.